jueves, 19 de junio de 2014

El asesino fiel


Bajó al sótano y disparó al rehén. Era lo pactado si a las doce de la noche no le habían entregado el dinero. Y él siempre cumplía sus promesas, por eso era el mejor para aquel trabajo, jamás le temblaba el pulso.

Desvistió el cadáver y lo lavó para limpiarle la sangre y la mugre acumulada tras las 48 horas de secuestro. Después le puso una camisa suya y unos pantalones, que le quedaron demasiado holgados pues tenía una constitución mucho más débil que la suya. Le calzó con sus mocasines y le anudó cuidadosamente los cordones.

Cuando el reloj marcaba las tres de la mañana, sacó el cuerpo de la casa y lo llevó en brazos hasta maletero de su coche. Iba envuelto en una impoluta sábana blanca. Lo depositó con sumo cuidado y condujo durante media hora hasta el puerto.

La luna se había ocultado tras unos espesos nubarrones cuando finalmente detuvo el coche frente al Atlántico. Sacó el cadáver del maletero y sin más ceremonias lo arrojó al mar. Después se santiguó tres veces y volvió al coche.

La última voluntad del secuestrado había sido ser enterrado en el oceáno y había accedido. No importaban las consecuencias, no importaba el dolor físico o mental, no importaban los remordimientos: él siempre cumplía sus promesas.

2 comentarios:

  1. me encanta el final, un asesino muy honesto.

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    1. :) Gracias! Sí, me gusta el contraste del personaje, la descripción tuya no puede ser más acertada. Gracias por pasarte. Un saludo

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