domingo, 1 de febrero de 2015

5. La cala de arena fina


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Daniel esperó sentado en la acera a que saliera la chica del abrigo amarillo de su casa. Pasó más de veinte minutos mirando la puerta sin que se produjera el mínimo movimiento, y cuando ya pensaba que la chica no aparecería, la puerta se abrió y asomó un destello amarillo inconfundible.

- Hola –le dijo Daniel saltando de la acera.

- ¿Tú otra vez?

Seguía igual de pálida que el día anterior pero en sus ojos había un brillo nuevo. Daniel se preguntó si se debería a la visita de su amigo Dizzie la noche anterior.

- Hola, soy Daniel.

- Ya sé quién eres –le dijo pasando por su lado sin detenerse.

Daniel la siguió hacia el callejón, aunque eso significaba ir en dirección contraria al colegio.

- ¿Hablaste con mi amigo Dizzie anoche?

- No conozco a nadie llamado así –le respondió sin variar el tono de la voz.

- Me dijo que quería preguntarte por la Tierra de Lontananza.

La chica se detuvo en seco. Parecía que por fin había conseguido llamar su atención. Se volvió y lo miró con curiosidad.

- ¿Quién te ha hablado de ese lugar? –le preguntó.

- Te lo he dicho, mi amigo Dizzie.

Ella entrecerró los ojos fijos en él. A pesar de que tendría doce o quince años más que Daniel, apenas le sacaba una cabeza de altura.

- ¿Puedo ir contigo? –le preguntó.

- No sé de qué me estás hablando, chico –su tono se volvió más áspero de lo habitual-. Será mejor que te largues de aquí, y si te veo siguiéndome alguna vez te daré tal patada en el culo que no podrás volver a sentarte en cien años.

Daniel se quedó perplejo y observó cómo se alejaba sin atreverse a dar un paso. Tal vez no fuese ese día, pero se prometió así mismo que encontraría la manera de seguirla hasta la entrada a Bambala sin que se diera cuenta.


- Eso es mentira.

- Claro que no –gritó Daniel como si fuera la fórmula infalible para convertir en verdad todas sus palabras- Te digo que mi padre está combatiendo en la guerra, por eso no está aquí con nosotros.

El corro de chicos que los rodeaba empezó a subir el tono de los murmullos. Daniel ya conocía aquella situación, y por desgracia también sabía el desenlace.

- Eso es mentira –repitió el otro niño cuya cabeza duplicaba el tamaño normal-. Mi madre me ha dicho que tu padre es un borracho y un drogadicto y que tu madre ha venido aquí buscando carne fresca y de mejor calidad.

Daniel no estuvo seguro de haber comprendido el significado de la última frase, pero por el tono con el que el otro chico lo dijo y la risa ladina que asomaba en sus labios, supo que no estaba siendo precisamente amable con su madre, y eso le enfureció de sobremanera.

Vale que se metieran con él, vale que sus mentiras le ocasionaran problemas, vale incluso que menospreciaran e insultaran a su padre; pero que dejaran en paz a Eleanor. Ella nunca había dejado de preocuparse por él y no iba a permitir que nadie le faltara al respeto.

Cerró el puño derecho con fuerza y lo estrelló contra la cara de aquel chico mientras aún mantenía en la boca aquella estúpida sonrisa.

Era la primera vez que pegaba a alguien con el puño cerrado. Hasta ahora se había limitado a los tirones de pelo y las peleas en el suelo hasta acabar cubierto de polvo y escupiendo arena. Descubrió consternado que el hormigueo en el estómago al soltar el golpe le hacía sentir mucho mejor que los enganchones en el pelo.

Miró al chico que, tan sorprendido por el golpe, no se estaba dando cuenta del torrente de sangre que expulsaba su nariz. Salía con tanta fuerza que había manchado el propio polo de Daniel.

Uno de los chicos que había alrededor comenzó a gritar.

- ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Está sangrando!

Y entonces estalló el caos.


Su madre aún llevaba puesto el delantal blanco de trabajo y sus tirabuzones pelirrojos desprendían un fuerte olor a frito.

Habían hecho esperar a Daniel cerca de media en la salita previa al despacho de dirección mientras le contaban a Eleanor su versión de la historia. Versión claramente distorsionada por la magistral interpretación del otro chico, que había resultado ser el hijo del presidente del A.M.P.A.

Cuando hicieron pasar a Daniel, vio que su madre tenía los ojos rojos y brillantes. Le cogió de la mano con dulzura y se dio cuenta de que se había quitado el anillo de casada. Una franja de piel blanca ocupaba ahora su lugar.

Lo sentó a su lado, en un butacón de piel oscura, frente a otras dos mujeres: su profesora Margarita y su perpetuo gesto de desaprobación; y la directora, una mujer de mirada inteligente que olía a perfume caro.

- Hola, Daniel –le dijo con una sonrisa sincera-. Hemos estado hablando con tu madre sobre tu pequeño incidente. En este colegio tenemos unas normas muy estrictas acerca de los chicos que se meten en peleas, pero creemos que tu caso es especial y vamos a darte otra oportunidad. ¿Te gusta este colegio, Daniel? –le preguntó.

Asintió sabiendo que era la respuesta que esperaba su madre.

- A nosotras también nos gustas tú y por eso queremos que te quedes, pero a cambio tienes que hacer algo por nosotras –hizo una pausa casi teatral antes de continuar-. Nos gustaría que vieses a una compañera un par de veces a la semana, que vayas a su casa y le cuentes cómo te ha ido el día, si hay algo que te preocupa… cualquier cosa que se te ocurra. ¿Te importaría hacer eso por nosotras?

Daniel se dio cuenta de que la voz de la mujer había ido variando a medida que soltaba su discurso; del tono firme y enérgico con el que le había hablado de las normas del colegio a una retórica melosa que le sonó a cuento chino. Miró a su madre con expresión de no haber comprendido nada.

- No hace falta que se ande por las ramas con mi hijo, señorita Estrella –le reprochó Eleanor con dos lágrimas silenciosas cayendo a plomo de sus ojos-. Cariño, lo que tu directora quiere decir es que creen que sería bueno para ti que vieras a una psicóloga. Nos ayudaría a los dos a entendernos mejor y a pasar página tras la separación de tu padre. ¿Crees que podrías hacerlo, Dani?

El chico miró a su madre y vio sus ojos azules a punto de desbordarse. Le invadió una profunda tristeza y sintió que los suyos propios se llenaban de lágrimas. ¿Cómo podía causarle tanto daño sin ni siquiera proponérselo? Lo único que había hecho era tratar de defenderla.

- Si es lo que quieres, mamá… -dijo al fin.

Eleanor se levantó de la silla y se inclinó sobre su hijo para abrazarlo.

- Todo va a salir bien –le dijo mientras le daba dos cálidos besos en la cabeza.

Las otras dos mujeres también se levantaron de sus asientos.

- La llamaré mañana para darle el teléfono de nuestra psicóloga infantil de confianza. No es la primera vez que trata con niños de familias desestructuradas, le vendrá muy bien al chico, ya lo verá.


A Daniel no le había gustado la forma en que aquella mujer había hablado de él como si no estuviera delante. Tampoco le había gustado que dijera que su familia estaba desestructurada. Su familia la formaban su madre y él, y ambos formaban un núcleo perfectamente estructurado.

Caminaban de vuelta a casa por la estrecha acera junto al acantilado. Eran tan solo las cinco de la tarde pero ya había comenzado a anochecer. El chico avanzaba unos cuantos pasos por delante de su madre, mirando cómo el mar se fracturaba en millones de gotas blancas al estrellarse contra las rocas.

Atrás habían dejado una pequeña cala de arena fina que solo era visible cuando bajaba la marea.
Al darse cuenta de que su madre no le seguía se volvió y la descubrió de frente al océano, con la mano derecha extendida observando el objeto metálico que brillaba en ella: su alianza.

“¿Por qué lleva todavía puesto el anillo de casada, señora Eleanor?” había escuchado que le preguntaba la directora a su madre mientras esperaba a entrar en el despacho.

“No sé, supongo que sigo intentando hacerme a la idea…” había respondido.

“¿Y cómo espera que el chico lo supere si usted misma es incapaz de hacerlo?”

Eleanor miró el anillo por última vez antes de cerrar el puño y lanzarlo con todas sus fuerzas hacia el mar. Dani siguió la parábola que describió el pequeño objeto brillante en el cielo, pero no lo vio hundirse en el mar, sus ojos se cruzaron antes con un abrigo amarillo que apareció de improvisto entre las rocas de la pequeña cala de arena fina.

Siguiente capítulo aquí

14 comentarios:

  1. Lo mejor de las historias por entregas semanales es que uno va dibujando en su mente lo que puede ocurrir a continuación... Lo peor es no saber realmente lo que va a ocurrir a continuación...
    Sigo estando enganchado, en rersumidas cuentas, aunque me tenga que montar yo la película hasta el próximo lunes... Una película que luego no tendrá nada que ver con la realidad... jejeje :-P
    Besicos!

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    1. Y estoy segura que la "película" que te estás montando valdría perfectamente para continuar la historia, Ramón, jejeje!!
      El lunes vemos como he decidido continuarla yo ;)
      Un besaco!!!

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  2. Dios mío, estoy impactada. Lo narras con tanta suavidad que me hipnotizas y la forma de contarlo todo es como si sintiera la angustia de daniel, la preocupación de Eleanor. Me gusta ese punto de "estoy haciendo lo correcto pero nadie me cree" y la mezcla de magia y realidad, de cómo superar una ruptura.
    Mi padre tardó mucho en quitarse la alianza. Mi madre todavía la lleva... creo. Es raro, nunca dejó de querer a mi padre. Me he habituado a esa extrañeza.
    Ya dejo de hablarte de mi vida jajaja espero el próximo capítulo con ansias.
    ¡Un besín!

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    1. Me alegro mucho de que te esté gustando, Gema!! Es un privilegio tenerte como lectora :) :)
      Las rupturas siempre son difíciles y siempre dejan huella, en este caso la huella no ha sido demasiado buena para Daniel.
      El lunes sabremos más sobre esta aventura!!
      Un beso, guapa!!

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  3. Umm... ¡Me repatean esos dos profes! ¡Ay! ¡No la soporto! ¡Me dan muchísima rabia! Y dicho esto... ;)
    He tenido que releer el capi anterior de nuevo para seguir con mis conjeturas ^^
    Curioso me resulta que la Chica del Abrigo Amarillo ande cerca de la playa... O más bien del agua, pues la entrada de Bambala de la que habla Dizzie estaba cerca de un lago... Agua otra vez... ¿Será una pista? ;P No sé... Un resorte interno ha saltado con "una pequeña cala de arena fina que solo era visible cuando bajaba la marea..."
    Vamos... ¡Qué deseando leer la próxima entrega!
    ¡Un besín, Guapi! ^^

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    1. Qué buena intuición tienes, amiga, jejeje!! La entrada a Bambala no anda lejos... jijijii!!
      El lunes uniremos todas las pistas que nos faltan!! Espero verte por aquí también!
      Un beso guapa!!

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  4. Me haces los lunes con sabor a viernes o sábados por la tarde...lo que quiere decir es que me alegras miles las tardes de lunes, aunque en esta ocasión me ha dado bastante pena la situación de Daniel y Eleanor. Logras perfectamente sumergirme en los sentimientos de los personajes. Un abrazo y te leo el próximo lunes.

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    1. Yaaaa... a mí también me da penita esa situación, pero es necesaria para lograr un buen desenlace final. Ya sabes, primero se pasa mal y luego llega el final feliz jejeje!!
      Muchas gracias Celeste por tu comentario tan fantástico y motivador!!
      Un besazo

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  5. Muy bueno. Sigo enganchado con la historia. Habra que esperar hasta el próximo lunes je, Saludos.

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    1. Muchas gracias, Carlos!! Te espero aquí el próximo Lunes para seguir con las aventuras de Daniel ;)
      Un saludo!!

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  6. Bien, me encanta el ritmo que le estás dando, la velocidad de la trama, aunque imagino que ésta irá variando según avanzas. Estás perfilando los personajes, dibujando trazas de la razon de su personalidad. Continúa el suspense y nos dejas algo preocupados por los protas... Eres mala! Y siendo mala nos tendrás atrapados. Abrazaco!

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    1. Wajajajajjaa!! y más mala que pretendo ser...
      :) :) Me encanta que te resulten interesantes los personajes y que se entrevea la personalidad de cada uno... Espero seguir acaparando vuentra atención.
      Un abrazo, Miguel!

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  7. Holaaa muy buen relato ^^
    Me quedo por aquí guapa ^^
    Un besazoooooo :)

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    1. Muchas gracias, guapa!! Espero verte por aquí todos los Lunes a saber más de la vida de Dani!! ;)

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