martes, 9 de septiembre de 2014

La isla


Pasé doce años perdido en una isla desierta. Mi barco naufragó en el Atlántico cuando transportaba maquinaria a Sudamérica, y sobreviví a base de moluscos, bayas y agua de lluvia. Sólo Dios sabe por qué no morí de inanición.

Siempre supe que aquella isla ejercía una especie de poder místico, sobrenatural, sobre todo cuanto caía en ella, pero nunca llegué a averiguarlo hasta haber conseguido abandonarla.

Un día, en algún momento de lo que supuse 2026, una embarcación arribó en la costa donde tenía montado mi campamento. Era poco más que un barco de recreo y en su interior no había tripulación. Un par de botellas de vino vacías se mecían sobre la cubierta como única evidencia de que en algún momento alguien tripuló la nave.

Había sido patrón de transatlánticos durante toda mi vida, por lo que manejar aquella embarcación no me supuso ningún problema. El GPS se encontraba en perfecto estado y los tanques a rebosar de combustible, sin duda era un barco fantasma. En poco más de tres días regresé a mi Galicia natal y descubrí con horror que el mundo había cambiado.

Un basto desierto se extendía donde siempre se había levantado Vigo. Un negro horizonte de tierra árida y yerma cubría cuanto la vista me alcanzaba a ver. ¿De qué oscura pesadilla se había escapado aquel paisaje tan desolador?

Vagué durante días por un eterno desierto, alimentándome de carne de serpiente cruda que era lo único que se arrastraba por aquellos lares; y bebiendo de riachuelos fangosos, tragando más tierra que agua. Cuando ya pensaba que moriría en soledad y que los pérfidos reptiles devorarían mis entrañas, emergió ante mí, tras la sombra de una gigante duna de arena, una muralla imponente edificada con piedra.

Dos almenaras custodiaban las puertas de acero y sobre ellas varios arqueros me apuntaron con rudimentarios arcos de madera.

- ¿Quién va? -preguntó uno de ellos mientras el viento arrastraba la potencia de su voz.

- Mi nombre es Marc Gideon y necesito ayuda -dije haciendo acopio de mis últimas fuerzas para hacerme oír.

- ¿Gideon decís? -preguntaron.

- Marc Gideon -repetí pensando que tal vez no me hubieran oído, como si mi nombre fuera relevante-. Hijo de Ernest Gideon, naturales de Vigo. Hermosa ciudad que ha desaparecido.

Las puertas se abrieron y fui escoltado por una especie de guardia armada por la calles de una ciudadela que parecía sacada del siglo XV. La gente, de aspecto harapiento, espiaba nuestro paso a través de las rendijas de puertas y ventanas. Yo estaba demasiado exhausto para sorprenderme por el entorno.

Me condujeron ante el que a todas luces era el jefe de la comunidad, no solo por las ropas que lucía, sino por la cantidad de escolta que le cubría las espaldas.

- ¿De verdad eres Marc Gideon? -me preguntó intentando disimular cierto temblor en la voz.

Asentí mientras me derrumbaba a sus pies incapaz de soportar más mi peso.

- ¿Dónde está mi ciudad? -le pregunté-. ¿Qué ha pasado con todo el mundo?

- Estalló la Tercera Guerra Mundial -me dijo el desconocido-. El armamento atómico y nuclear ha destruido el planeta. Todo vestigio de civilización ha sido reducido a cenizas y pronto no quedará ni oxígeno para seguir respirando -hizo una pausa antes de continuar-. ¿Eres el Marc Gideon cuyo barco naufragó en el mar Atlántico?

- Sí -respondí con lágrimas en los ojos incapaz de comprender la relevancia de mi nombre-. ¿Qué importancia puede tener eso después de lo que me has contado?

- Marc -dijo tendiéndome la mano el hombre que se alzaba ante mí y que probablemete me doblara la edad-, mi nombre es Jonás Gideon. Y soy tu nieto.

13 comentarios:

  1. aprecciate your blog kisses albert

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  2. Qué mal rollito, ¿no? Casi mejor le habría sido seguir en aquella isla de haber sabido lo que se iba a encontrar.
    Por cierto, estas muy apocalíptica ultimamente, jejejeje :-P
    Muy buena historia, amiga Ángela, lo cual no es ya ninguna novedad ;-)
    Un saludico!

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    1. Muchas gracias, Ramón! La verdad es que sí, un poco apocalíptic estoy, a ver si se me pasa la vena esta hasta el próximo episodio del Melqui, jejeje!!
      Gracias por leerlo y por tu comentario!
      Un saludo!!

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  3. Qué final. Tal vez Marc hubiera preferido seguir estando en soledad que descubrir que el mundo está por desaparecer.

    Felicitaciones, excelente historia. Saludos.

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    1. Pues la verdad es que sí, muchas veces es mejor vivir en la ignorancia, se es más feliz!
      Muchas gracias por tu visita y tu comentario Nahuel!
      Un saludo!

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  4. ¡Grandioso relato de nuevo Ángela! por algo te he concedido 2 premios en mi blog jeje. Puedes verlo en los siguientes enlaces:

    http://donde-los-valientes-viven-eternamente.blogspot.com.es/2014/08/me-han-concedido-el-premio-very.html

    http://donde-los-valientes-viven-eternamente.blogspot.com.es/2014/09/y-seguimos-otro-que-cae-de-nuevo-el.html

    ¡Felicidades! un abrazo y cuídate

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    1. Uy uy uy!! Me paso ahora mismito a ver esos premios!! Cómo me gustan estas cosas!! :) :)
      Gracias por pasarte, amigo, y por tu comentario!! :)
      Un abrazo enorme!!

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  5. Espero que tu relato no sea premonitorio, porque tal y cómo está el mundo, quién sabe... Me encantó el relato, siempre es un placer leerte. Y espero el siguiente capítulo de Melquisedec, que me tienes enganchada! Un abrazo!

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    1. Ay! Mil gracias Rakel! Me alegro tanto de que te haya gustado! Voy a pasarme por tu blog, que hace mucho que no "me callan con un beso" ;)

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  6. Bueno, yo estoy seguro de que el futuro que nos espera es parecido al de tu relato así que... estaría bien perderme en esa isla, me encanta el marisco! Estupenda Ángela! Como siempre.

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  7. Hola Angela, al igual que tu personaje, he naufragado en tu blog, y me acabo de leer tu fascinante historia (sin titulo aun?) y cuyo final es sorprendente, resulta que el tiempo no le hizo mella, como si hubiera regresado del cosmos, y que sigue después, voy a revisar tu pagina si encuentro la continuación, caso contrario, "te exigo" que lo continues, no puedes dejarme en ascuas...

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  8. Muy buen relato ¿futurista?. Me gustó que la insistencia con su nombre cobre ese sentido con el gran final. Genial.
    Un saludo, Ángela.

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