Se sentaron en el
suelo alrededor de una pequeña mesa de café. La alfombra sobre la que descansaban
estaba hecha de plumas níveas y desprendía un calor reconfortante. Dani había
dejado su mochila en un rincón y Amelia estaba arropada con una gruesa manta de
lana. Bebía a pequeños sorbos una infusión que ella misma se había preparado.
Un mar de estanterías
rebosantes de libros los rodeaba por todas partes.
- Queremos ver al
Maestro de Símbolos –dijo Dizzie-. Quizá él nos pueda explicar por qué Dani puede
ver las Marcas.
- El Maestro se
encuentra ahora dando clase en la Universidad –respondió Amelia-, no regresará
a su casa hasta las pasadas las cinco.
Dani miró el reloj
de pared apostado en un hueco entre las estanterías. Mecía su péndulo justo
enfrente de él y marcaba las tres de la tarde.
- Le esperaremos
–dijo Dizzie-. Mientras tanto agradeceríamos un poco de hospitalidad. No hemos
comido nada desde hace horas y estamos hambrientos.
Amelia soltó un
bufido pero acabó levantándose y dirigiéndose a la cocina. Dani se volvió hacia
el felino.
- Dizzie –dijo-, ¿de
verdad me enviaste ante Maese Dárail sabiendo que estaba de parte del
Nigromante?
El gato no contestó
enseguida. Sus ojos fueron cambiando del verde al amarillo en un remolino ambicolor.
- No fue exactamente
así –dijo-. En el Exterior me habían llegado rumores de que había cambiado de
bando, de que actuaba bajo las órdenes del poder Oscuro, pero no podía creerlo,
no de él que había sido como un hermano para mí. Tenía que verlo con mis
propios ojos.
- Y por eso me
enviaste a mí.
- Sí –dijo-, pero
sabía que no se atrevería a tocar a un forastero. Era la única manera de
obtener información.
- Y la he obtenido
–le dijo Dani-, pero no de él sino de Barat. Quizá hubiera sido más sencillo
preguntarle a él desde el principio.
- Todavía no sé de
quién puedo fiarme, Daniel. Esta tierra ya no es el lugar afable en el que
goberné una vez.
- Entonces es
cierto, fuiste el Gobernador de Calendra.
- Durante cinco años
–dijo Dizzie-, justo antes de la llegada del Nigromante y de mi acusación de
traición. Pero dime, ¿qué es lo que te contó Barat?
Amelia regresó de la
cocina llevando una bandeja sobre la que humeaban dos tazones de sopa. Un
agradable olor a hierbabuena ascendió hasta la nariz de Dani cuando depositó
los tazones sobre la mesa.
- Yo de vosotros
esperaría un rato antes de probarlo si no queréis acabar con la lengua en
llamas.
Dani detuvo el gesto
de agarrar el tazón y aguardó.
- Podéis seguir con
vuestra conversación –dijo Amelia-. Como si yo no estuviera.
Dizzie ignoró el
comentario mordaz de la chica y se volvió hacia Dani.
- Estabas a punto de
contarme lo que te dijo Barat.
- Barat es el oso
tabernero de la posada El Sueño del Emperador –le explicó a Amelia.
- Sé quién es Barat
–le dijo.
- Está bien, pues él
me pidió que te contara, Dizzie, que ya no eres bien recibido en Calendra y que
Maese Dárail vendió su lealtad al Nigromante a cambio de una cura para su
esposa.
- ¿Lady Miriam está
enferma? –preguntó el felino.
- Maese Dárail dijo
algo así como que te marchaste cuando él más te necesitaba y que por tu culpa
estuvo a punto de perderla.
- Si me dejáis, os
puedo contar la historia –dijo Amelia.
- Por favor –pidió
Dizzie.
- Poco después de tu
exilio, lady Miriam fue víctima de una extraña enfermedad que la degeneraba día
tras día. Los doctores le dijeron que su sangre había dejado de alimentar al resto
del cuerpo y que la ciencia no podía ayudarla. Sus órganos se debilitaban poco
a poco y era cuestión de tiempo que comenzaran a fallar.
“Cuentan los más
allegados que Maese Dárail se consumía con ella. No dormía, no comía… buscaba
sin cesar una cura que devolviera la vitalidad a su mujer.
- Ella era toda su
vida –dijo Dizzie.
- Así es. Por eso
cuando el Nigromante le ofreció utilizar su Magia para curarla a cambio de su
lealtad, Maese Dárail no lo dudó un segundo. ¿Qué importancia tenía para él a quién jurara lealtad comparado con la salud de su esposa?
“Sin embargo no todo
salió como esperaba. La Magia negra se llama así por algo.
“Lady Miriam
recuperó la vitalidad sí, pero a qué precio… la magia del Nigromante la dejó
convertida en una silvina.
- ¿Una qué?
–preguntó Daniel.
- En el Exterior los
denomináis vampiros –contestó Dizzie.
- Exacto –dijo
Amelia-. Nada de ajos, nada de luz solar, nada de símbolos religiosos y se alimenta de sangre. La
mantiene recluida en una celda para evitar que dañe a otras personas. Lo más
triste de toda esta historia es que ella no le reconoce, la sed de sangre tiene
obnubilado su cerebro y no se comporta como un ser racional.
“Dicen sus
carceleros que, en ocasiones, cuando acaba de comer muestra unos leves signos
de humanidad y recuerda quien una vez fue. Por eso es el mismo Maese Dárail el
que la alimenta día tras día con su propia sangre… y eso lo está consumiendo a
él también.
- No tenía ni idea
de todo esto –dijo Dizzie.
- Pocas personas lo
saben y lo juzgan con acritud por su cambio de bando. Podéis tomaros ya el
caldo, se os va a quedar frío.
Comenzaron a beber
de los tazones. El chico se lo llevó a la boca con las manos y Dizzie metió la
cabeza en él para tomárselo con la lengua. Era muy sabroso y el toque de la
hierbabuena le aportaba frescura.
Dani estaba dando
los últimos tragos cuando llamaron con fuerza a la puerta. Los tres giraron la cabeza a la
vez hacia ella.
- ¿Esperas a
alguien? –preguntó Dizzie.
- No –respondió.
Tenía los
tendones del cuello marcados y la respiración contenida.
La segunda vez
golpearon la puerta con más fuerza aún.
Amelia se levantó.
- No abras –le pidió
Dani. Tenía un mal presentimiento.
Amelia hizo un gesto
con los dedos índice y corazón, dibujando un círculo en el aire, y la alfombra
sobre la aún que reposaban el chico y el gato comenzó a engullirlos, incluyendo
la mesa y los tazones. Pronto quedaron completamente ocultos bajo capas de
plumas blancas.
- No os mováis –les
dijo Amelia.
Oyeron sus pasos
ligeros dirigirse hasta la puerta y abrirla cuidadosamente.
- Buenas noches,
Maese Dárail –la oyeron decir.
Daniel se estremeció
entre el mar de plumas y Dizzie le hizo un gesto para que se estuviera quieto.
- Buenas noches,
señorita –dijo Maese Dárail con su voz lánguida-. Me alegro de que me haya reconocido,
¿me podría decir su nombre para estar en igualdad de condiciones?
- Me llamo Amelia.
- Señorita Amelia
estamos buscando a un par de fugitivos peligrosos. Se los acusa de desacato a
la autoridad y de colaborar con grupos rebeldes. Se trata de un gato negro y un
forastero, ¿no los habréis visto por aquí?
- La verdad es que
no, señor. No he salido de casa en todo el día.
Daniel admiró la
templanza de su voz. Esperaba que fuera capaz de mantener la mirada plateada y
gélida del hombre.
- Es curioso porque
mis sabuesos han perdido su rastro justo junto a la fachada lateral de vuestra
casa. ¿Me permitiríais echar un vistazo?
- Claro, pasad.
Daniel escuchó los
pasos cortos y lentos del hombre acercándose. Su sombra se precipitó sobre
ellos, si daba un paso más caería al interior de la alfombra con ellos.
- Como podéis ver,
aquí no hay nadie más.
Dani vio a través de
las plumas la silueta de Maese Dárail sobre ellos, sus ojos resplandecientes
analizaban cada centímetro de la habitación.
- Tengo un poquito de
prisa, señor… -dijo Amelia.
Dárail detuvo su
mirada en un punto de la estancia y sonrió. Desde donde estaba Dani no podía
ver qué era lo que estaba mirando.
- Tenéis un gusto
extraño en cuestión de accesorios, señorita Amelia –dijo-. ¿Me pregunto para qué
usáis esa mochila escolar?
- ¡Oh, mierda!
–dijeron Amelia y Dani a la vez.
Una voraz corriente
de aire recorrió la habitación como un huracán, derribando libros de las
estanterías y levantando una cortina de plumas. Escucharon el gemido de Maese
Dárail seguido de un fuerte portazo y toda la tempestad cesó.
- Rápido, salid de
ahí –les dijo Amelia-. No sé por cuanto tiempo podrá detenerles esa puerta.
Dani y Dizzie
salieron del agujero que se había vaciado de plumas.
- ¿Qué ha pasado?
–preguntó el chico.
- Le he empujado
fuera, pero no sé por cuánto tiempo.
Estaban golpeando
con furia la puerta de la casa y se escuchaban los ladridos de toda una jauría rabiosa.
- Coge tu maldita
mochila y bajemos a los pasadizos –les dijo Amelia sacando su abrigo amarillo de
un armario.
La siguieron a
través de la cocina y entraron en una pequeña despensa que olía a ajo y a hortalizas
recién recogidas. Entre los tres levantaron una pesada trampilla de madera que
conducía al subsuelo por unas empinadas escaleras.
Una vez hubieron
bajado los tres, Amelia dejó caer la trampilla y trazó un círculo a su
alrededor de nuevo con el dedo índice y el corazón.
- ¿Qué has hecho?
–le preguntó Dani mientras ella lo empujaba escaleras abajo.
- He ocultado la
puerta de miradas indiscretas –dijo.
- ¿Es que Maese
Dárail no conoce los pasadizos?
- Sí sabe de su
existencia, pero no cómo llegar hasta ellos.
Dentro estaba oscuro
y olía a humedad. Amelia iba en primer lugar y no dejaba de farfullar.
- Es re-fantástico,
ahora me acusarán de colaborar con proscritos… pondrán mi cara en todas las
esquinas y precio a mi cabeza… acabarán reconociéndome y se montará una buena
fiesta… sí, señor, por si tenía poco…
- ¿Dónde vamos?
–preguntó Dani al cabo de un rato.
- A casa del Maestro
de Símbolos –le contestó-. A ver si consigo librarme de vosotros de una vez.
Siguiente capítulo aquí
¡Hola guapísima! Que interesantísimo capítulo con la historia de Lady Miriam y la tensión del final con Darail que casi consigue capturarlos ¡Cómo se está poniendo la historia! :)
ResponderEliminarUn besazo, que tengas buena semana
Muchas gracias!!!! Qué ilusión que te guste, poquito a poco vamos conociendo cosas de los habitantes de este lugar! Espero mantener vuestra atención :)
EliminarUn besazo, feliz semana igualmente!
Consigues atrapar la atención del lector con esta historia. Muy buena. Enhorabuena!!!!!
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias Skuld! Es una alegría verte repetir por aquí! :) :)
EliminarUn saludo!
Bien dama, ahora me pones a esperar el siguiente. Un abrazo!
ResponderEliminarJejeje! Esto es así Andrés, a gotitas cada semana! Me alegro de verte por aquí! Un abrazo!
EliminarGenial, sigue estando genial la historia (aunque las dosis sean tan escasas... jejeje). Sabes siempre en que punto dejarnos con el ansia a flor de piel... ;-)
ResponderEliminarEspero con ganas el próximo capítulo.
Besicos!
¡Me encanta! Me alejas de mi realidad a una fantasía que embriaga. Mil gracias por la magia. Besasos.
ResponderEliminarSigo prendido de la historia y esperando por el capitulo 13, Angela. Abrazos:)
ResponderEliminar¡Vampiro! ¡Wiiiii! Ya es lo que me faltaba para no estar ya enganchada, sino lo siguiente... ¡Buah! ¡Muy chuli!
ResponderEliminar¡Jum! Esta semanita no tengo muchas conjeturas por hacer... ;P Necesito esperarme a conocer al Maestro De Símbolos...
Aunque... No creo que Amelia quiera deshacerse de Dani y del Minino... Si lo hubiera querido hacer, lo habría tenido tan fácil entregándolos a Maese Dárail... Para mí... ¡Qué solo está un poquitín enfadada! ;P
Como siempre... ¡Deseando leer el siguiente capi!
¡Besitos Guapísima! ;)
¡Trepidante! Un buen equipo. Por cierto, me alegro de ver a Dani y el gato juntos de nuevo. Presiento que nos va a sorprender pronto con algo gordo, ¡Va a ser grande! Me has dejado en lo más alto. Por suerte tengo otro capítulo por leer... :) Abrazo!
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