miércoles, 17 de agosto de 2016

15. La despedida


Esta entrada forma parte de la historia por capítulos La chica del abrigo amarillo. Si quieres enterarte de toda la historia, el listado de todos los capítulos aquí

Le despertó el monótono repiqueteo de un bastón de madera en el suelo. El Maestro se dirigía con lento caminar hacia el patio delantero.

Amelia había puesto cuatro platos sobre la mesa y estaba repartiendo pequeñas rebanadas de pan en cada uno. Dizzie aún dormitaba a los pies de la cama. Debía de haberse movido durante la noche.

- ¿Es de día ya? –preguntó restregándose los ojos.

- Todo lo de día que puede ser en Lontananza –le respondió el Maestro abriendo la puerta. Al otro lado solo había oscuridad.

Tenía la manga del jersey subida hasta el codo y se dio cuenta de que su peculiar tatuaje de la muñeca con forma de tres ahora era un dos. Se colocó el jersey como pudo y se acercó a la mesa.

- Querría un vaso de leche –le dijo a Amelia que estaba sentada enfrente de él comiéndose su rebanada de pan.

Ella se levantó, se acercó al armario por el que habían entrado el día anterior y cogió un pequeño recipiente de hojalata. Salió al patio y regresó un minuto más tarde con el vaso lleno de un líquido pardusco.

- Agua de nieve derretida –le dijo a Dani dejándolo delante de él-. Si te concentras mucho le encontrarás cierto sabor a fresa. Es lo máximo que puedo darte, chico.

- Me llamo Daniel.

Cogió el tarro que hacía de vaso y dio un sorbo. Estaba tan frío que se le durmió toda la boca de golpe.

- Está helado.

Amelia suspiró e hizo un giro de muñeca alrededor del vaso. Al instante empezó a humear y entre el vapor que desprendía Dani vio cómo se dibujaba la Marca de Amelia.

- Si ahora pronunciara tu Marca, ¿volvería a enfriarse? –le preguntó.

- Podría enfriarse o comenzar a hervir, depende de lo que tú quisieras hacer con mi hechizo. Aunque con la escasa práctica que tienes dudo que pudieras controlar el efecto.

- ¿Puedo probar?

- Puedes probar, pero si lo enfrías no voy a volver a calentártelo.

Dani se calló y bebió del vaso. No le hizo falta concentrarse para percibir el aroma y el sabor a fresa. Era como estar tomando un dulce batido caliente. Dizzie tenía razón: la nieve de Bambala sabía a fresa.

Dani se volvió para buscar al felino y vio que aún no se había movido de la cama. Le llamó un par de veces pero el gato apenas movió la cola.

- Déjalo –dijo Amelia en voz alta para que la oyera-. El un gato gandul de ovillo y chimenea.

- Pues no veo el ovillo ni la chimenea –contestó abriendo uno de sus ojos verdes-. Si hubieras pasado toda la noche encogida en una de esas sillas no desaprovecharías la oportunidad de una cama mullida.

Se estiró arqueando el lomo y bostezó mostrando toda la fila de pequeños colmillos afilados como agujas.

- ¿Qué hay para desayunar? –preguntó.

- Pan de trigo –dijo Amelia-. Es lo único que permiten vender en el bazar.

- Entonces creo que no tomaré nada. Esperaré a llegar al Exterior para cazar un par de ratones.

- ¿Te vas? –preguntaron Amelia y Dani a la vez.

- Sí, ya he visto todo lo que tenía que ver. No pinto nada en esta tierra donde incluso en mi casa soy perseguido. Todo por lo que una vez peleé y defendí se muere, no voy a quedarme a ver cómo se consumen las cenizas.

- Voy a encabezar una rebelión, Adrazel. Devolveré el sol a Lontananza.

- Siempre que consigas entrar en el Castillo Negro y salir de él con vida.

- Saldré de él con vida y con Calas.

- Pues avísame si eso ocurre, mientras tanto mantendré mis bigotes fuera de Bambala –hizo una pausa para rascarse detrás de la oreja-. Ahora tendrás que encontrar la manera de romper el vínculo de los Administradores si quieres que Dani se quede contigo.

Se produjo un silencio tenso en el que la ex princesa y el ex gobernador de Calendra se miraron sin decir nada.

- El vínculo de los Administradores está creado con una Magia básica –dijo el Maestro entrando de nuevo en la habitación-, hasta una mosca podría romperlo. Otra cuestión distinta es el número de tu muñeca, con eso no podemos hacer nada, tendrás que aprender a esconderlo cuando empiece a contar en negativo.
“La cuestión importante aquí es: ¿estás preparado para este viaje?

El Maestro de Símbolos miraba directamente a Dani. Tragó saliva y dejó sobre el plato el pedazo de pan que se estaba comiendo.

- Sí, estoy preparado –dijo.

- Maestro, es tan solo un niño –dijo Amelia-. No puedo responsabilizarme de él ni protegerlo de todos los peligros que me encontraré por el camino. Bastante tendré con mantenerme a mí misma con vida.

La tortuga cerró los ojos y apoyó todo el peso de su cuerpo sobre el bastón.

- Y dime, querida niña –dijo-, ¿cómo piensas abrirte paso hasta el Castillo Negro? ¿Tienes idea acaso de la clase de magia que protege ese lugar?

Amelia abrió la boca para contestar pero la cerró sin haber dicho nada.

- Exacto –dijo el Maestro-, ni tú ni nadie lo sabe. Pocos son los que se han atrevido a ir más allá del puente sobre el Abismo de Otruria y ninguno el que ha regresado. Necesitas al chico y el nombre de la Marca para tener la mínima oportunidad de llegar hasta la Puerta Negra.

La chica bufó como un animal enjaulado

- Re-fantástico. De heroína a niñera, he aquí la gran historia de mi vida.

- ¿Eso es un sí entonces? –preguntó Daniel con la boca llena del último trozo de pan que se había metido.

- Despídete de tu minino –le contestó-, es probable que no volváis a veros en esta vida.

Y con un aura de mal genio revoloteando alrededor de ella, cogió su abrigo amarillo y salió al patio. El Maestro, por su parte, se sentó en el suelo con postura de meditación y cerró los ojos.

Dani se volvió hacia Dizzie que seguía tranquilo sobre la cama. El gato le devolvió una mirada inexpresiva propia de cualquier otro animal del Exterior.

- ¿Me has perdonado ya por lo que te dije anoche? –le preguntó Dani.

- No hay nada que perdonar –le respondió-. Puede que en parte tuvieras razón, pero solo en parte. También estoy preocupado por ti y por lo que pueda pasarte, me sentiré responsable por todo lo que te ocurra pues yo te hablé de este lugar y te lo metí en la cabeza. Si no te hubiera contado nada de Lontananza ahora no estaríamos aquí.

- No tienes que culparte de nada, Dizzie. Yo he tomado la decisión de quedarme y todo lo que me pase será porque yo así lo he querido. Regresa tranquilo.

- Daniel, entiende una cosa, yo no llegué a ti de forma casual. En esta vida hay un motivo para todo, y aunque no puedo revelarte el mío, créeme cuando te digo que Lontananza no es un lugar para ti.

- Nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión.

- Si no vuelves, tu madre se morirá de pena.

Daniel se levantó de la silla y se acercó hasta donde el gato estaba sentado para coger una de sus patas entre las manos.

- No puedes permitir que eso ocurra –le dijo-. Esa es la promesa que quiero que me hagas antes de irte. Tienes que cuidar de Eleanor para que no le pase nada malo hasta que sea feliz de nuevo.
- Lo intentaré pero…

- Prométemelo, Dizzie.

El animal cerró los ojos vidriosos y asintió.

- Te lo prometo.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Ángela! Hacía muchísimo tiempo que no me pasaba por aquí y veo que sigues escribiendo igual de bien :D. Te quería comentar que, como no tengo apenas tiempo de visitar blogs, te dejo mi facebook para que podamos estar en contacto por allí si te parece ya que sí que lo frecuento todos los días :)

    https://www.facebook.com/TulkasHammerPain

    ¡Ya me dirás. Abrazos y cuídate!

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  2. Bienhallada! Que sorpresa! Yo también volveré pronto. Un saludo. Nos leemos.

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