No sabía la hora que
era pero tenía mucho sueño. Amelia cocinaba unas verduras en el hornillo y a
base de círculos con los dedos le daba más o menos potencia al fuego. Daniel y
Dizzie estaban tumbados en el duro colchón que servía de cama.
- ¿Por qué la has
llamado princesa antes? –le preguntó Dani en un susurro para que ella no les
escuchara.
- ¿Cuándo?
- Pues antes, cuando
discutíais. Le has dicho “¿me estáis amenazando, princesa?”
- Bueno, Dani, es
que Amelia es en realidad la princesa de Bambala.
- ¿En serio?
Se incorporó de un
salto en la cama olvidando la fatiga del sueño y la miró con detenimiento. Era
tan delgada que parecía sumamente frágil, pero ese temperamento que le nacía de
dentro y lo arrollaba todo indicaba mucha fortaleza interior.
- Su padre era el
rey de Bambala antes de la llegada del Nigromante, pero cuando la noche eterna
se cernió sobre esta tierra sus padres fueron asesinados. La hermana del rey,
Camila, la rescató a tiempo y ambas huyeron al Exterior. Su hermano y heredero
al trono, el príncipe Calas, no tuvo tanta suerte y acabó retenido por el
Nigromante y encerrado en las catacumbas del Castillo Negro.
- ¿Cuántos años
tenía ella cuando ocurrió todo?
- Tal vez diez o
doce años.
- Pobre –dijo Dani.
- Así es. Ella fue
obligada a abandonar todo cuando amaba y tú sin embargo has tomado esa decisión
a la ligera. ¿No ves la ironía? ¿No ves lo poco que has valorado todo lo que
tenías?
- No estamos
hablando de mí, Dizzie, no intentes darle la vuelta a la tortilla. ¿Cuál es ese
camino tortuoso que está a punto de iniciar? ¿Lo sabes?
- El Nigromante ha
amenazado con matar al príncipe Calas ante el mínimo atisbo de rebelión en el
pueblo. Así que todos esperan en una calma tensa que se produzca el milagro:
que consiga escapar o que alguien tenga el coraje suficiente para entrar en el
castillo y sacarlo de allí. Y así se consumen lentamente los días… y ya van
quince años.
“Amelia ha vivido todo
este tiempo en el Exterior, exiliada como yo, pero cuando su tía Camila enfermó
de Alzheimer tuvo que volver a entrar en Lontananza para conseguir polvo de
erizo y frenar su enfermedad. Al principio pensó que tendría que suplicar la
clemencia de aquellos que una vez fueron sus amigos para no acabar en las
catacumbas junto a su hermano, pero se llevó una sorpresa al comprobar que nadie
la reconocía ya.
“Trabajó durante
algunos meses para conseguir la medicina que su tía necesitaba pero no pudo
soportar ver las condiciones en las que sobrevive su pueblo, así que se ha
propuesto ser ella misma la que libere a su hermano del Castillo Negro e inicie
la rebelión que expulse al Nigromante de esta tierra.
- Vaya –dijo Dani
mirándola con veneración-. Qué valiente.
- No, Dani. No es
valentía lo que definen sus actos sino una auténtica locura provocada por la
desesperación.
- Iré con ella si me
lo pide.
Dizzie se puso a dos
patas para mirar frente a frente al chico.
- Escúchame Daniel
Almádena –le dijo-, no estás viendo más que una falsa ilusión de Bambala creada
por lo que tú deseas que sea, pero en realidad este lugar es el escenario de
una espantosa pesadilla de miedo y opresión. Si sigues sus pasos caminarás
hacia la muerte pues es allí donde se dirige.
- No me asustas si
es eso lo que pretendes.
- Ella te utilizará.
Se servirá de ti para encontrar el paso hacia el Castillo Negro y luego se desentenderá
de ti porque no le importas nada. Eleanor sin embargo…
- No te atrevas a
meter a Eleanor en esto –dijo apretando los dientes-. Lo único que a ti te
importa es que si no regreso contigo ya no tendrás a nadie que escuche tus
gastadas historias sobre días mejores y te observe con callada admiración
mientras las cuentas.
Dizzie volvió a
ponerse a cuatro patas. La luz de sus ojos verdes se había apagado.
- ¿Se puede saber
qué cuchicheáis vosotros dos? –les dijo Amelia volcando las verduras en tres
platos-. Venid a la mesa antes de que se enfríen.
Cenaron los tres en
silencio. Dani se comió todas y cada una de las pobres y consumidas verduras
que cayeron en su plato, pero más por educación que por gusto, porque eran
insípidas y la mitad de ellas estaban chamuscadas.
- Tengo que ir al
baño antes de dormir –dijo cuando terminó de cenar.
- Pues sal al patio
–le respondió Amelia.
- ¿Al patio?
- Sí, eso he dicho.
Siento mucho que este mundo no esté tan evolucionado como el tuyo, pero así es
como hacemos esas cosas aquí.
Dani salió por la
desvencijada puerta a un pequeño patio delantero delimitado por un muro de
piedra. La oscuridad era casi absoluta a excepción de la tenue luz anaranjada
que procedía de una ventana en el piso de arriba. El Maestro de Símbolos debía
de seguir estudiando.
Cuando volvió a
entrar tan solo una de las velas de candelabro seguía encendida. Dizzie se
había acomodado en una de las sillas y Amelia estaba tumbada en un lado de la
cama dejándole el otro libre.
Se acercó lo más sigiloso
que pudo hasta el felino que dormitaba con la cabeza apoyada en las patas
delanteras.
- Siento lo que te
dije antes, Dizzie. Lo hice sin pensar.
El gato movió
ligeramente la cola pero no abrió los ojos.
Comprendió que no
obtendría más respuesta así que volvió hacia la cama y se echó junto a Amelia,
arropándose con una manta gruesa de lana.
- ¿No podrías haber
hecho magia y que apareciera otra cama? –le preguntó.
- La Magia de
Bambala no funciona así, chico. No es como los magos que has visto en las
películas.
- Me llamo Daniel
–le dijo-. Si te acompaño a rescatar a tu hermano, ¿me lo explicarás?
- No lo sé… tengo
mucho que pensar esta noche.
Se giró y le dio la
espalda arrastrando la manta con ella y dejando a Dani con medio cuerpo fuera.
Allí no estaba Eleanor para meter las sábanas por debajo del colchón... Se
preguntó qué estaría haciendo su madre en ese momento.
[Próximo capítulo 13/04]