Cuando Rodrigo entró en el salón y
vio aquel libro de nuevo, erguido sobre la repisa como un dedo acusador, cayó
al suelo de rodillas pensado que iba a enloquecer.
Sacó un pequeño bote de su bolsillo, que había comprado hacía escasas horas, y lo agitó con una mano temblorosa. La calavera con la que estaba marcado no dejaba lugar a dudas sobre su contenido pero, sin pensárselo ni un segundo, se bebió de
un trago el cianuro de su interior.
Una arcada sacudió su garganta
pero no le importó, quería que todo acabase. Durante meses, se había visto
obligado a hacer todo aquello que leía en sus páginas: robar, violar, asesinar... Su lectura lo había conducido a una espiral de sangre y demencia.
Tan solo le faltaba un capítulo por leer y, gracias al veneno que acababa de ingerir, daba igual lo que estuviera escrito allí, no
lo llevaría a cabo. Había vencido al libro.
Y mientras su vida le abandonaba, cogió el libro de la repisa, donde yacía riéndose de él, y leyó con desesperación las últimas palabras: “... y poniendo fin a su locura se
bebió de un trago el pequeño bote de cianuro.”
Wow!!! Este libro es un poco más peligroso que el de mi relato!!! El mío es un alma cándida!! jejeje
ResponderEliminarGenial Ángela, breve pero intenso.
Saludos!!!
Jejeje!! Sí, mi libro interacciona con el prota de una manera un poco más peligrosa, pobre! Muchas gracias Ramón, me alegra que te haya gustado, más aún cuando tú has escrito uno tan bueno sobre el tema :) :)
EliminarBuenísimo relato, de verdad. El final me ha impactado, siempre me han gustado las historias así.
ResponderEliminarCreo que voy a seguir echando un vistazo a tus otros relatos ;)
Muy buen relato. No sé cómo tienes tanta imaginación.
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