Esta mañana he visto una notica en los medios
de comunicación sobre la cantidad de pueblos que se están quedando vacíos. Comentaban
que era debido a la tendencia de la población a abandonar el medio rural y
mudarse a las ciudades donde hay mayores oportunidades, pero yo sé que no es
cierto.
Los equipos de reporteros se desplazan allí
durante el día y no ven más que parcelas desiertas y casas medio derruidas, devastadas
por los temporales y la falta de mantenimiento. Las ventanas de cristales rotos
se abren a habitaciones de techos desconchados por la humedad y muebles raídos.
Son pueblos fantasmas durante el día, pero si tu coche se queda parado en mitad
de uno de esos páramos después de haber anochecido, tu percepción de lo que es
un pueblo fantasma puede cambiar.
Hay cosas que se esconden en la oscuridad y
esperan la noche para arrastrarse y salir a la superficie. No son humanos… ya
no.
Huelen a podrido y sus huesos se fracturan al caminar, pero no les duele,
ya no están vivos. Sin embargo necesitan seguir alimentándose, y la sangre de los que aún respiran es lo que más ansían. Si
detectan tu presencia, ya no podrás escapar.
No salgas del coche, no te muevas, no respires…
Escóndete bajo los asientos e ignora los ruidos que oirás en el exterior. Quizás
arañen el coche, quizás asomen sus cadavéricos rostros por la ventanilla… no te
muevas. Espera al alba y reza para que no descubran que estás ahí.
Si una de esas criaturas llega a tu pueblo,
corre. Si dudas, aunque solo sea un segundo, pasarás a formar parte del listado
de las personas que se “mudan” a la ciudad.
Ya lo dijo Bam Stoker, “los muertos caminan
deprisa.”
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