Al principio no eran más que eso,
interferencias en la radio. La típica niebla ruidosa que se cuela de fondo tras
las noticias de última hora del día, cuando rendido caes en la cama y esperas a
que el sueño te venza.
Después las interferencias se volvieron más
nítidas, no inteligibles por completo, pero sí lo suficiente como para entender
palabras. En un primer momento creyó que se trataba de otra emisora intentado
abrirse paso en la misma frecuencia, pero por más que intentaba re-sintonizar la
voz intrusa no se disipaba.
El día que por fin consiguió entender el
mensaje completo que se escondía tras las interferencias de la otra emisora,
apagó la radio de un golpe y se prometió que nunca más volvería a encenderla. Hubiera
salido de la cama para arrojarla por el balcón, pero estaba demasiado
aterrorizado para hacerlo.
Su promesa de nada sirvió, a media noche se
despertó con la niebla ruidosa susurrándole al oído y, por encima de ella, la
voz extraña, hueca y añeja, repitiendo su mensaje una y otra vez.
- Ella te espera detrás de la puerta. Vigila
con ojos y cara de muerta.
Quiso gritar cuando vio iluminarse dos ojos
cubiertos de venas palpitantes bajo la puerta, pero perdió el conocimiento
antes de poder hacerlo.
Mejor así, pues el horror que apareció tras
la puerta le habría quebrado la razón y le hubiera arrastrado antes de tiempo a
los infiernos. El muerto que irrumpió en su habitación no quería llevárselo a él,
sino destruir la maldita radio para que las voces de los vivos dejaran de
perturbar el descanso eterno de los muertos.
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ResponderEliminarTe sigo en Twitter Ángela.Yo hago poemas y tengo también algunos de más o menos terror.
ResponderEliminarMe gustan tus relatos.