martes, 8 de julio de 2014

Instinto cazador


- No, no, no... -balbuceó Amanda retrocediendo del hombre que se acercaba-. Tú estás muerto... te enterramos, Joan.

Sin embargo, tres días después, su marido estaba ahí frente a ella. Había regresado a casa, más pálido y ojeroso que de costumbre, pero no podía dudar de que era él.

- ¿Qué dices, Amanda? -preguntó él con la misma voz de siempre-. Tan solo he estado de viaje.

Ella ahogó un grito cuando su marido quiso tocarla. Retrocedió hasta quedar arrinconada entre la pared y la mesa del comedor.

- No -gimió ella-. Te atacaron durante el viaje, en la entrada del hotel, Joan... regresaste en un ataud de madera y te enterramos hace tres días... yo misma arrojé la primera palada de tierra sobre tu tumba...

- Eso no tiene sentido, Amanda -él se acercó aún más a su mujer. No entendía lo que estaba pasando, no sabía a qué se refería-. Yo estoy perfectamente, mírame, sano y salvo. Tan solo tengo una sed terrible del viaje, ¿podrías traerme un vaso de agua, querida? Después nos sentaremos y hablaremos hasta aclarar este desaguisado.

La mujer se escabulló hacia la cocina temblando de arriba abajo, cogió un vaso y lo llenó con agua del grifo. De regreso al comedor derramó la mitad del contenido sobre el parqué debido a los temblores que la sacudían. Sus articulaciones se habían transformado en gelatina.

Allí estaba Joan, sonriéndole desde el sofá. Era él, es decir, parecía él, porque Amanda estaba segura de lo que había vivido en las últimas horas.

El hombre se bebió el vaso de un sólo trago y luego atrajo a su mujer con cariño hasta que la recostó sobre su pecho. Olía como Joan, hablaba y se comportaba como él, pero Amanda seguía resistiéndose a creer que fuera su marido.

- A ver -dijo Joan-, cuéntame desde el principio qué es esa estupidez de que me enterrásteis hace tres días.

Ella tembló de nuevo entre sus brazos antes de comenzar a hablar y, cuando finalmente lo hizo, Joan no pudo escucharla, seguía teniendo mucha sed. Le abrasaba la garganta y le impedía pensar en otra cosa. ¿Qué era lo que le había dicho aquel desconocido durante el viaje, aquel que le asaltó a la entrada del hotel?

"Abre los ojos a un nuevo instinto cazador."

¿Qué había pasado después? No lo recordaba.

Vio a su mujer tumbada sobre él, parecía más tranquila. Deslizó el dedo por su delicado cuello y lo sintió caliente, igual que la sangre que fluía bajo él. Escuchó latir su corazón apresuradamente, bombeando la sangre roja, fresca, deliciosa... tenía tanta sed.

Su nuevo instinto resurgió en él, violento, agresivo, sangriento. Se inclinó con furia sobre su cuello y sació la sed entre los gritos agónicos de su mujer.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado muchisimo este cuento... genial,,, la autora ha dicho mucho en muy pocos parrafos,,, es un cuento corto, muy corto... repito, genial desde mi parecer...
    MARY

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    1. :) :) Me alegra mucho que te guste!! Mil gracias por leerlo y darme tu opinión!

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  2. Fernando. Quería el amor de su mujer bebiendo su sangre? O sólo sangre

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