miércoles, 30 de julio de 2014

No apagues la luz


- No apagues la luz, por favor -le pidió con su vocecita cálida.

- ¿Qué? ¿Por qué, hija? -le preguntó su madre con la mano sobre el interruptor de la luz del pasillo.

- Las sombras de esta casa no me gustan -le susurró la niña sentada al borde de la cama. Hablaba muy bajito, como si temiera que alguien la escuchara.

- Es normal que no te encuentres cómoda en la nueva casa, cariño, pero ya te acostumbrarás.

- No tiene nada que ver con eso -insistió-, tampoco con que papá ya no esté con nosotras. Hay algo que se mueve entre las sombras de esta casa, mamá, y da mucho miedo.

La mujer miró con dulzura a su hija y titubeó sin levantar la mano del interruptor. Quería que su hija aprendiera a superar sus miedos sola y prepararla para el mundo de afuera donde casi siempre era todo oscuridad, pero quizá aún fuera demasiado pequeña, tal vez eso pudiera esperar.

-Está bien -accedió-, pero sólo unos días hasta que te acostumbres.

La niña suspiró aliviada y se tendió en la cama. Aunque la luz de la habitación estaba apagada, la del pasillo permanecería encendida toda la noche y con eso sería suficiente para impedirle pasar.

En cuanto su madre se metió en su habitación comenzó a escuchar la voz: un sonido ronco y hueco que la llamaba desde algún lugar de la casa.

- Claudia... Claudia... Encontraré la manera de entrar.

La niña se incorporó aterrorizada y fijó su vista en el pasillo. Mientras la luz siguiera encendida no había nada que temer.

Pero entonces la luz tembló, vibró, se apagó durante apenas un parpadeo y las sombras colmaron el pasillo unos segundos, el tiempo necesario para dejarlo pasar.

Claudia lo escuchó acercarse a la cama con pavor, pero aún no estaba perdida, guardaba un as en la manga. Sacó sus manitas de debajo de la manta y empuñó la linterna, con la que iluminó toda la cama.

Escuchó un siseo de dolor y el crepitar de carne quemándose cuando el haz de luz incidió sobre la mano que se precipitaba hacia ella desde la oscuridad.

La niña gritó llamando a su madre pero, desde el truculento divorcio, ella tomaba pastillas para poder dormir. Ni el estallido de una bomba bajo su ventana habría conseguido arrancanla del sueño.

- Claudia, Claudia -canturreó la criatura desde la oscuridad de la habitación-, te cogeré pequeña. Esas pilas no van a durar toda la noche...

12 comentarios:

  1. Inquietante sin duda porque ¿quién no ha sufrido de esos miedos cuando peques? (yo en esas edades no me atrevía ni a ir al baño). ;)

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    1. jejeje!! A esa edad y a la mía aún un poqito cuando mi gato se queda mirando un buen rato a un punto fijo... ¿Qué será lo que vea...?
      Feliz día Frank!! Gracias por pasarte

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  2. Ufff, esa última frase me ha puesto los pelos de punta. Y pensar que su madre está justo en la habitación de al lado..., atiborrada de somníferos..., sin enterarse de nada..., ¡Pobre Claudia! :-O

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    1. Muchas gracias Marsar!! Me gustan los finales impactantes y siempre suelo dejarlo en el aire!! Me alegro mucho de que te haya gustado!
      Feliz día!!

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  3. Que gran relato y vaya final más angustioso.. ¡buen trabajo! sabes atrapar al lector muy bien
    ¡Abrazos!

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    1. Muchas gracias!! Me alegro que lo percibas así, me hace mucha ilusión!!
      Gracias por pasarte y comentar!! Un saludo!!

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  4. El miedo infantil a la oscuridad, recuerdo que también lo padecía, jeje muy bueno Angela, abrazos.

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    1. Muchas gracias, Alejandra!! Yo creo que todos los niños del mundo lo han sufrido, es uno de nuestras primeras luchas: aprender a superarlo!!
      Gracias por tu comentario, guapa!!

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  5. Cuánto de verdad y cuánto de mentira hay en los miedos infantiles, eso lo dejas matizado en tu relato...

    Saludos

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    1. A Claudia al menos le parece muy real, jejeje! Pobre...

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  6. Y apago la luz para recordar el olor a ti pero estas tan lejos pero yo tan solo

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  7. Joer... que mal rollo me has dejado... Espero que Claudia tenga un buen arsenal de pilas!!! Por Dios!!!
    Una vez más. me quito el sombrero, Ángela :)
    Un saludo!

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