Los pasadizos
formaban un intrincado laberinto de galerías, escaleras y puertas secretas apenas
iluminadas por la escasa luz que se filtraba del exterior. Dani estuvo a punto
de caerse un par de veces debido a la falta de luz y al suelo irregular.
Se colaron por una
estrecha puerta escondida entre dos gruesas columnas de acero y accedieron al
interior de una habitación cuadrada a través de un armario empotrado en la
pared.
Dani no dejaba de
asombrarse ante las maravillas que aquel nuevo mundo le ofrecía. Jamás
abandonaría Bambala, haría lo que fuese necesario.
La habitación estaba
iluminada por un gran candelabro de tres brazos que colgaba del techo en el
centro de la estancia. Además del armario por el que habían entrado, una cama,
una mesa con cuatro sillas y un hornillo componían el resto del mobiliario. La
única comunicación con el exterior era una desvencijada puerta de madera que
amenazaba con venirse abajo, ni una sola ventana en ninguna de las cuatro
paredes.
Una empinada rampa
en un rincón conducía al piso de arriba.
- Es todo muy…
austero –dijo Dizzie.
- El Maestro ha
consagrado su vida al estudio de las Marcas –dijo Amelia-. No necesita nada
más.
- ¿Y los libros?
–preguntó Dani.
- El estudio está
arriba, pero nosotros le esperaremos aquí abajo.
- Siento que te
estén persiguiendo por nuestra culpa –le dijo Dani.
Ella no respondió.
Se agachó junto a la mesa y sacó de debajo una canasta con unas cuantas hogazas
de pan. Cogió una y se la lanzó al chico que comenzó a devorarla al instante.
- ¿Quieres una,
Adrazel? –le preguntó.
- No, gracias. Para
mí con el caldo ha sido suficiente.
Dani y Dizzie se
sentaron dos sillas alrededor de la mesa mientras Amelia subía al piso de arriba.
Regresó a los pocos minutos con un papel amarillento, una pluma y un bote de
tinta entre las manos, y los colocó delante de Dani.
- ¿Podrías dibujar
la Marca que viste sobre la Luna? –le preguntó.
- Claro, si me
enseñas a usar eso antes –dijo señalando la pluma.
Amelia destapó con
cuidado el corcho que mantenía cerrado el bote de tinta e introdujo la punta de
la pluma en él. Una vez se hubo empapado bien, se la tendió al chico.
- ¿Ves? –le dijo-.
No tiene mucha complicación.
Dani la agarró con
torpeza y comenzó a trazar líneas en la hoja según recordaba el símbolo dorado
que había visto en la Luna. Amelia y Dizzie le observaban sin pestañear, con
los cuerpos rígidos y sin apenas moverse.
Cuando terminó,
empujó el pergamino amarillo al centro de la mesa para que ambos pudieran
verlo. Dizzie miró a
Amelia.
- ¿Y bien?
- Y bien qué –le
dijo ella-. Yo no soy Maestra de Símbolos, no tengo ni idea de cómo se
pronuncia eso.
- Pues si no
recuerdo mal, estudiaste las Marcas con el Maestro casi desde tu nacimiento,
algo podrías haber aprendido.
- ¿Qué estás
insinuando, Adrazel?
Amelia levantó la
mano con los dedos índice y corazón erguidos delante de los bigotes del felino.
- ¿Me estáis
amenazando, princesa? –le preguntó Dizzie con los ojos amarillos.
En ese momento la
puerta de la casa se abrió con un quejido lastimoso y una silueta se perfiló en
el umbral.
- No toleraré
amenazas en esta casa –dijo.
Amelia bajó
enseguida la mano y la escondió detrás de su espalda.
- Buenas noches,
Maestro –dijo inclinando ligeramente la cabeza-. Disculpad esta intromisión en
vuestra casa.
- No es la
intromisión lo que me molesta, sino las voces que vengo escuchando desde que
doblé la esquina. ¿Se puede saber qué está pasando aquí?
El Maestro de
Símbolos avanzó despacio por la habitación hacia la mesa. Un pequeño bastón
aseguraba sus torpes pasos y Dani no pudo evitar mirarlo fijamente con la boca
abierta. Le parecía un milagro estar presenciando el lento caminar a dos patas de
una tortuga dirigiéndose hacia ellos.
- Venga, siéntese a
la mesa –le dijo Amelia-. Hay algo que quiero enseñarle.
Cuando el Maestro entró
en el círculo de luz del candelabro, Dani pudo observar los centenares de
anillos que poblaban su enorme caparazón. Era la tortuga con más años que había
visto en su vida.
- Pero, ¿dónde quedó
tu educación, querida Amelia? ¿No me presentas a mis invitados?
- Sí, perdón
Maestro.
La tortuga se sentó
a la mesa frente al chico y el felino. Sus pequeños ojos negros y su sonrisa benévola
tranquilizaron a Dani.
- Él es Maese Adrazel,
gobernador de Calendra hasta la llegada del Nigromante.
- Te conozco Maese
Adrazel –le dijo con un hablar lento, arrastrando las palabras-. Hace mucho que
no pisas estas tierras.
- Me expulsaron,
Maestro –dijo Dizzie-. Fui condenado al Exilio acusado de colaborar con
rebeldes.
- Comprendo. ¿Y él?
- Él es un habitante
del Exterior –dijo Amelia-. Su nombre es Daniel.
La tortuga
permaneció un buen rato observando al chico. Sus diminutos ojos lo recorrieron
de hito en hito y Dani terminó por revolverse incómodo en su silla.
- Hueles igual que
mi querida Amelia cuando regresa del Exterior –dijo sin perder la sonrisa-. Ese
mar vuestro deber ser magnánimo para impregnar todo de ese olor tan especial.
Dani no supo qué
decir. Se sentía intimidado por la anciana tortuga y su forma de mirarle.
- Tomad, Maestro
–dijo Amelia acercándole el papel amarillo-. ¿Qué nos podéis decir de esta
Marca?
- Que es la Marca
del Nigromante –dijo sin apenas mirarla.
- ¿Cómo? ¿Ya la
conocíais?
- Llevo un tiempo
viéndola sobre la Luna.
- ¿Y por qué no me
habíais dicho nada, Maestro?
- De qué sirve que
vea la Marca, querida Amelia, si no puedo pronunciarla. He estado sondeando sus
trazos, intentando desentrañar los misterios que encierran sus líneas,
consultando libros antiguos de bibliotecas prohibidas, pero su pronunciación se
esconde tras un muro infranqueable.
Agarró el papel con
el dibujo de la Marca y lo arrugó con sus patas nudosas.
- No quiero esto en
mi casa –dijo-. Ahora decidme quién de vosotros es el que ha visto la Marca. Ha
sido el forastero, ¿verdad?
Dani se sonrojó y
asintió.
- Hemos venido a
consultarle, Maestro –dijo Dizzie-. Tal vez usted sepa cómo es posible que un
forastero, cuyo conocimiento acerca de la Magia de Lontananza es nulo, pueda
ver las Marcas de Hechizo.
- Es una cuestión
interesante, sin duda –dijo el Maestro de Símbolos bajando de la silla y
comenzando a pasear por toda la habitación.
El golpe de su
bastón sobre el suelo de piedra producía un sonido hueco que retumbaba en la
estancia semivacía.
- Conoces la
profecía, ¿no es cierto, Amelia? –le dijo.
- Por supuesto, pero
la profecía habla de un noble caballero ataviado con una esmaltada armadura y
portador del baluarte de la luz. No creo que pueda aplicarse en este caso.
- No… ciertamente
no.
La tortuga se detuvo
y volvió a observar a Dani, esta vez directamente a los ojos.
- Hay muchos fallos
en él que deberían ser extirpados primero.
Regresó a su silla y
le pidió a Amelia que tomara asiento en la que quedaba libre.
- Aún y con todo,
querida Amelia, no podemos dejar pasar la oportunidad que nos brinda el
destino. Yo jamás hubiera podido acompañarte, estas débiles patas son más un
castigo que una ayuda, pero este chico puede serte de gran ayuda en el tortuoso
camino que te has propuesto recorrer.
- No sé si os sigo,
Maestro. ¿A qué os referís exactamente?
- ¿Recuerdas que te
hablé del nacimiento del poder oscuro? ¿De cómo tomó el cuerpo del Nigromante?
Amelia asintió.
- ¿Recuerdas que te
hablé de un hombre que sin querer lo presenció todo? Ahora vive oculto en el bosque
temiendo que el Nigromante lo descubra y quiera acabar con su vida pues ese
hombre escuchó pronunciar la Marca de la misma boca del Señor Oscuro. Id a
verlo, que os revele su pronunciación. Con eso y junto con el chico podrás
abrirte camino a través de los mil hechizos que ocultan el paso al Castillo
Negro.
Amelia y Dizzie
saltaron a la vez de sus asientos. Ambos querían protestar y sus voces formaron
un barullo incomprensible.
- Es suficiente por
hoy, estoy cansado –dijo alzando una pata y haciéndoles callar-. Podéis dormir
los tres aquí abajo si gustáis, mañana continuaremos la charla. Piensa en lo
que te he dicho, querida niña.
Y con su lento y
torpe caminar subió la rampa que conducía al estudio y desapareció de su vista.
[Siguiente capítulo aquí]
¿Así que princesa eh?, vaya, vaya, vaya, esto se pone más interesante aún, vamos a ver que nos preparas para dentro de ocho días.
ResponderEliminarUn abrazo Ángela.
jejejeje!!! Sorpresas y más sorpresas!! :) :)
EliminarUn abrazo Andrés!!
Aquí cada personaje da para una novela independiente. Son tan pintorescos como entrañables, y tienen muchos secretos sorprendentes... Desde luego se está gestando una aventura tan tierna como inquietante. ¡Bravo una vez más, Ángela! Ahora estás en el n° 1 de mis lecturas preferidas.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar¡Otro capítulo magistral de esta historia tan mágica! sin duda muchas sorpresas y las que me parece a mí que nos esperan :D
ResponderEliminarPor relatos así (y por ser tan amable y buena ;) ) eres justa merecedora de unos cuantos premios que te he concedido en una entrada muy especial publicada en mi blog :) Cuando quieras puedes pasar a buscarlos:
http://donde-los-valientes-viven-eternamente.blogspot.com.es/2015/04/100000-visitas-superadas-en-el-blog.html
¡Un besazo y un abrazo muy grandes guapa, espero que pases unos días geniales de Semana Santa!