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Daniel salió de casa con la mochila a cuestas. Dentro llevaba un par de
cuadernos sin estrenar y un estuche con bolígrafos y lápices de
colores. Apenas pesaba nada y se bamboleaba de un lado a otro de su
espalda.
Cuando pasó frente a la
puerta de la casa de al lado se detuvo y contempló la estructura. Parecía que
fuera a venirse abajo en cualquier momento. Se la oía crujir desde los
cimientos hasta la última teja en un eterno lamento de agotamiento.
Inspiró hondo dos veces
seguidas, olfateado, pero no percibió nada más allá del denso y pegajoso olor
del mar.
- Bambala –susurró.
Dos corrientes de aire
chocaron frente a Daniel y formaron un diminuto huracán que levantó arena
y polvo del suelo. Por unos instantes cegaron al chico, y cuando recuperó la
visión, se encontró con que la puerta de la casa se había abierto y una chica
con un abrigo amarillo estaba apostada en el umbral.
- ¿Qué haces ahí, niño? –le
preguntó.
Era menuda y de piel
blanquecina. El pelo, negro y liso, brillaba como una superficie recién pulida,
y le caía hasta por debajo de los hombros sin una sola onda.
Daniel se quedó pasmado, era
la chica más guapa que había visto nunca.
- ¿Estás sordo o es que eres
mudo? –insistió mientras cerraba la puerta a sus espaldas y bajaba los
escalones del porche.
- ¿Te llamas Bambala? –fue
lo primero que acertó a decir, aunque enseguida se arrepintió de su estupidez.
Nadie se llamaría de ese modo.
Ella lo miró extrañada con
sus enormes ojos negros. Parecían igual de cansados que la casa en la que vivía.
- Pues claro que no
–dijo de mal humor-. Vaya nombre más ridículo. Y ahora será mejor que te
esfumes por dónde has venido, o llegarás tarde al colegio.
- Yo me llamo Daniel, y
tengo diez años –le dijo con la esperanza de despertar su interés y que no se
marchara.
- Encantada, Daniel. Que
tengas un buen día.
Y se alejó en dirección
contraria a la del chico, colándose por el estrecho callejón que separaba ambas
casas.
- Pero me puedes llamar Dani
–le gritó, aunque dudó que le hubiera escuchado.
****
- A ver, chicos, ¿me
prestáis atención? Tenemos un compañero nuevo en clase. Daniel, ¿puedes venir
aquí un momento?
La profesora de cuarto de
primaria se llamaba Margarita y rondaría los cuarenta años. Llevaba el
pelo recogido en un tirante moño aplastado sobre su cabeza como una
ensaimada. Su cara presentaba el mismo aspecto aplastado con un gesto de
desaprobación permanente.
Cuando Daniel se acercó a
ella percibió un intenso olor a naftalina mezclado con comida de gato, y vio
pelos cortos y blancos por toda su blusa abotonada hasta el cuello.
Margarita lo cogió de los
hombros y lo empujó al centro de la clase.
- Venga –lo animó situándose
detrás de él-, cuéntanos un poco sobre ti. ¿Por qué te has mudado a
Casasviejas?
El chico miró a su público
con las manos sudorosas. La clase estaba compuesta por tan solo seis
pupitres alineados en dos filas de tres. Cinco niños lo miraban entre el recelo
y la indiferencia, ninguna niña. Sus caras desconocidas no significaron nada
para Daniel, que buscaba un indicio de complicidad entre ellas, un sitio donde
encajar.
- Hola a todos –dijo
tímidamente-. Me llamo Daniel Almádena y vengo de Madrid.
Se metió las manos en los
bolsillos del pantalón y retorció el pie derecho con nerviosismo. Temía que se
le trabara la lengua y comenzara a balbucear como un bebé, todos se reirían de
él y no conseguiría hacer amigos.
- Me he mudado aquí con mi
madre que va a trabajar de camarera en un bar.
- ¿Qué bar? –preguntó la
profesora a su espalda tomando interés de pronto en lo que estaba diciendo. Al
contrario que sus compañeros, que parecían espachurrarse por momentos sobre la
mesa.
- No… -tragó saliva-. No sé
el nombre. Sólo sé que está muy lejos de mi casa y que tiene que levantarse muy
temprano todos los días, por eso no puede acompañarme hasta aquí por las
mañanas.
Margarita le acarició el
pelo con suavidad, como si quisiera consolarlo, gesto que Daniel no entendió.
Miró a la clase y vio aburrimiento en sus ojos, un chico bostezó y otro miraba
distraído por la ventana sin prestar atención a lo que decía. Los estaba perdiendo,
tenía que hacer algo para despertar su interés y que lo aceptaran.
- También tengo un gato que
se llama Dizzie –dijo.
Y de nuevo comenzaron las
mentiras.
****
Regresó a casa cerca de las
seis de la tarde. Su madre ya había vuelto y estaba en la cocina comiendo de un
plato de queso que olía muy fuerte.
- Hola, cariño –le dijo con
la boca llena-. Mira, me han dejado traerme las sobras de lo que parten en la
barra. ¿No te parece estupendo?
Daniel asintió y pasó de
largo hacia el cuarto de estar.
- ¿No quieres un poquito?
Está buenísimo –dijo Eleanor levantándose y persiguiéndole con el plato en la
mano.
- No –respondió-. No tengo
mucha hambre.
Arrojó la mochila a un lado
del sofá y se sentó en el otro. Luego cogió el mando a distancia y encendió la
televisión. Bob Esponja servía hamburguesas de cangrejo en el Krusty Krab.
- ¿Qué tal tu primer día de
colegio? –le preguntó Eleanor bajando la mochila al suelo y sentándose a su
lado.
- Bien –le respondió sin
apartar la vista de la televisión.
- ¿Has hecho muchos amigos?
- Sí, muchos –mintió.
- Me alegro, cariño. A mí
también me ha ido muy bien en el trabajo, me han tratado estupendamente y han
tenido mucha paciencia conmigo por ser el primer día.
Pero por el tono de voz,
Daniel supo que también mentía.
En la tele, Calamardo había
hecho su aparición en el Krusty Krab. A Daniel le resultaba tedioso aquel
personaje de cuerpo estirado y nariz rechoncha que le recordó a su nueva
profesora. Se levantó del sofá y se volvió hacia su madre.
- ¿Puedo salir a la calle a
jugar? –le preguntó.
- Claro, pero no regreses
muy tarde y no te acerques demasiado al acantilado.
Salió al ambiente húmedo y
opresivo del exterior, costaba respirar con normalidad. Hacía demasiado frío
para la ropa que llevaba puesta, pero no quería volver a entrar en casa y tener
que dar más explicaciones.
Como aquella mañana, se
detuvo de nuevo frente a la casa de al lado. No había parado de pensar en todo
el día en su encuentro con la chica del abrigo amarillo. Quizás estuviera de
vuelta y pudiera hablar un rato con ella. Subió las escaleras del porche e
intentó llamar al timbre, pero le quedaba demasiado alto, así que golpeó la
puerta con los nudillos. Pasó unos minutos esperando hasta que comprendió que
no iba a haber respuesta.
Rodeó la casa por el estrecho
callejón por el que se había marchado la chica aquella mañana y llegó ante la
portezuela del jardín trasero. Estaba entreabierta y se batía golpeando el
marco con un ritmo monótono.
La empujó y entró sin
pensárselo demasiado. El jardín presentaba un aspecto aún más desolador que
visto desde la ventana. La tierra era negra, como si hubieran extendido los
restos calcinados del último incendio, y aquí y allá había socavones y agujeros
excavados por animales, incluso sus excrementos permanecían allí sin ser
recogidos. Su madre no es que fuera una obsesiva de la limpieza, pero jamás
habría permitido un espectáculo como aquel.
La fachada trasera de la
casa se alzaba sobre él con aire amenazador. Las cortinas de todas las ventanas
estaban corridas y no se apreciaba el mínimo movimiento, ni dentro ni fuera.
El sol se había ocultado
tras un espeso nubarrón y la oscuridad acuciaba el lugar envolviéndolo en
sombras. Una gaviota sobrevoló la casa con su estridente graznido y se posó
sobre los escalones del acceso trasero de la casa. Miró a Daniel y extendió las
alas, agitándolas en actitud retadora y sin parar de chillar. Daba la sensación
de que protegía el lugar de la intrusión de un desconocido.
El chico retrocedió dos
pasos y estuvo a punto de caer de culo al tropezar con una piedra semienterrada
en la arena.
Ahora ya no estaba en la
iglesia, allí no había ningún señor que reclamara la autoridad del edificio y
el pájaro no parecía tener intención de marcharse. La única opción era
retirarse, tal vez no había sido una buena idea entrar en el jardín sin
permiso.
- Pssss, pssss –escuchó que
lo llamaban desde una de las esquinas de la casa.
Se giró y vio el lento
contoneo del rabo de Dizzie.
- La piedra –le susurró, e
hizo un gesto como si la arrojara.
Daniel lo comprendió
enseguida. Se agachó lentamente para recoger la piedra con la que había
tropezado, sin apartar la mirada de la gaviota que había recogido sus alas pero
no por eso mostraba una actitud menos peligrosa.
Echó el brazo hacia atrás y
lanzó con todas sus fuerzas. La piedra no dio en el blanco, se estrelló a pocos
centímetros de las patas del ave, pero sirvió para ahuyentarla y que saliera
volando entre graznidos.
- Muy bien hecho, Dani –dijo
Dizzie con su voz grave acercándose al chico.
- Gracias por la ayuda.
El gato restregó el lomo
contra sus vaqueros y luego se sentó sobre sus patas traseras observando la
casa.
- ¿Qué haces aquí? –le
preguntó Daniel.
- Estoy investigando.
- ¿Bambala? –volvió a
preguntar.
Dizzie asintió.
- ¿Qué es Bambala?
Un trueno restalló a lo
lejos y escucharon su eco acumularse entre las paredes de la casa.
- No deberías abusar de ese
nombre –le dijo-, puede resultar peligroso.
Daniel dio un paso atrás sin
darse cuenta.
- ¿No querías entrar? –le
preguntó Dizzie. Tenía los ojos verdes y la pupila totalmente dilatada.
- Ya no estoy seguro.
- Venga, vamos, no seas
miedoso. Cuando salgamos te hablaré de Bambala.
Inició su camino hacia la
casa y Daniel lo siguió de cerca. La promesa de Bambala era mucho más fuerte
que el miedo que pudiera sentir.
Siguiente capítulo aquí
¡Me encanta! Me da penita que Dani vuelva a mentir, supongo que la presión pudo con él, y me llama muchísimo la atención bambala, quiero saber ya lo que es :D
ResponderEliminar¡Espero enterarme pronto!
¡Un besín!
Hola Gema!! Gracias por pasarte!! No te preocupes, en el siguiente capítulo ya sabremos qué es Bambala ;)
EliminarEspero que disfrutéis de la idea y que sigáis a Dani en sus aventuras.
Un besazo, guapa!
Gracias por hacerme sentir de siete años y mantener atenta a lo que pase con Dani. Ya quiero saber de bambala y la chica del abrigo amarillo.
ResponderEliminar:)
Gracias Celeste, guapa!! En el próximo capítulo ya sabremos más cositas de la historia de Dani y hacia donde se dirigen sus pasos!!
EliminarUn besazo!!! :)
¡Hola guapa! muy buen nuevo capítulo en el que continuan las aventuras de Daniel ¿qué será Bambala? ¿cuándo lo sabremosssss? :D
ResponderEliminar¡Besos!
Muchas graciasssss!!! :) :)
EliminarEn el siguiente capítulo desvelaremos algunas incógnitas pero apareceran otras... jejeje!!
Espero que disfutéis mucho siguiendo a Dani!!
Un besazo!!
Hola Angela, no he leído los capítulos anteriores pero aun así, me parece ameno. Un chico nuevo en la escuela siempre llama la atención, sea para bien o para mal. Muy bueno.
ResponderEliminarFeliz noche :)
Muchas gracias, guapa!! Me alegro que te resulte interesante la historia, además este chico en especial tiene un secreto que acabará por absorvert toda su vida!! Espero que sigas los próximos capítulos y que te resulte interesante!! Tu opinión es de gran ayuda!!
EliminarUn abrazo, guapa!!
Leo cada capítulo con más tensión dentro de mi... Como esperando un sonoro tortazo que sabes que va a venir pero no sabes cuando... ¡Me vas a matar! jejejeje
ResponderEliminarEn definitiva, me tienes enganchado ;-)
Besicos!
jajaja!! Es normal, Ramón! Ese es mi estilo, finales impactantes como tortazos jejeje!! Pero puedes relajarte esta vez... habrá sorpresas pero no del tipo que os tengo acostumbrados! Aún así, espero que disfruteis igualmente :)
EliminarUn besazo!
¡¡Me tienes muuuy intrigada!! *-* ¡¡Deseando leer el próximo capítuloooo!! Me encanta Dizzie... Ese gato... ¡¡Es la leche!! Y... Espero que al llegar los cuarenta, siga siendo la loca maestra que soy y no como Margarita ;P
ResponderEliminar¡¡Muchos Kiss!!
Muuuuuuuuuchas gracias, guapaaa!! Me encanta tu comentario y el que te guste Dizzie, está inspirado en mi gato Mesut, que también tiene esa ambigüedad amor-mala leche-misterio jejeje!!
EliminarEspero seguir viéndote por aquí!!!! Estoy segura que no llegarás a ser nunca como Margarita jeje
Un besote!!
Eh! Estás jugando con mi mente, este cambio de estilo me tiene un poco mosca... No sé, me parece que me estás distrayendo como para darme el palo a taición (En el buen sentido) vamos, que me tienes intrigado con este cuento pseudoinfantil. Te lo estàs currando Ángela!
ResponderEliminarjejeje! Muchas gracias, Miguel Ángel. Me alegra que lo estés disfrutando y que te tenga intrigado... Mañana sabremos un poquito más sobre Bambala ;)
EliminarUn saludo!!
Toda historia es buena si aparece un gato que habla. ¿Quién será la chica del vestido amarillo? Tengo alguna que otra teoría ya... :)
ResponderEliminarMe gusta por dónde está yendo la cosa. ¡Un saludo, Ángela!