Esperó observando
por la ventana de su cuarto hasta que la chica entró por el patio trasero de su
casa. Había anochecido ya, así que no vio más que un borrón amarillo
atravesar a toda prisa el camino de piedras.
Estaba convencido de
que la entrada a la Tierra de Lontananza se hallaba en esa cala, pero según le
había contado Dizzie, necesitaba una contraseña para que la puerta mágica se
abriera.
En cuanto vio a la chica
aparecer entre las piedras de la cala tomó una decisión. No quería volver a
ese colegio, no quería volver a ver a su profesora ni a aquella directora snob,
y por supuesto no quería ver a la psicóloga que trataba niños de familias
desestructuradas. A la mañana siguiente se escondería y seguiría a la chica del
abrigo amarillo hasta la entrada a Lontananza y se colaría tras ella. Allí la
vida sería de otra manera para él, estaba seguro.
Eleanor estaría
triste al principio, quizá se sintiera un poco sola los primeros meses, pero a
la larga sería lo mejor para ella. Él estaba resultando una pesada carga, no se
comprendían y se hacían daño constantemente sin saber cómo evitarlo. Con el
tiempo probablemente encontrara a otra persona que la haría feliz y formaría
una familia de nuevo, estructurada desde los cimientos.
Era sin duda lo
mejor para todos.
Cuando todas las
luces de la casa se apagaron, Dani se levantó de la cama, sacó todos los
cuadernos de su mochila y en su lugar metió una manta, una linterna y una
cuerda de nylon. El mechero y el cuchillo los cogería al día siguiente de la
cocina cuando su madre ya se hubiera ido a trabajar.
Por suerte para él,
su padre, entre botella y botella, había tenido tiempo de apuntarlo al grupo de
boy scout que organizaban en su barrio. Sólo había durado un par de años, pero
había sido suficiente para asimilar los conceptos básicos de supervivencia.
Aquella noche Dizzie
no apareció por allí. Su alargada silueta negra y sus ojos amarillos debían
estar ocupados en otros menesteres. Para Daniel fue un alivio, no quería que
descubriera lo que se proponía hacer. Estaba seguro de que Dizzie habría
intentado disuadirlo, convencerlo para que no se adentrase en ese peligroso
mundo al que él ya no tenía acceso. Pero Daniel estaba decidido, nada ni nadie
evitaría que siguiera a la chica del abrigo amarillo hasta la entrada a
Bambala.
Cuando miró por
última vez por la ventana, vio el morro de una furgoneta negra asomar entre las
casas de la calle principal. No le hizo falta que se iluminara la luz interior
para saber quién iba de copiloto.
El día amaneció
helado y con una espesa neblina desdibujando las calles. Dani perdió de vista a
su madre por la ventana nada más salió por la puerta, la niebla la engulló y
desapareció como en un vulgar truco de magia. Sintió un fuerte vacío en el
estómago al pensar que no volvería a verla más.
Desayunó tan rápido
como pudo y metió el resto del paquete de galletas en la mochila, no sabía
cuándo volvería a comer de nuevo.
Salió de casa diez
minutos antes de la hora de todos los días y aguardó al final del callejón que
separaba las dos casas. La chica pasaría por allí tarde o temprano, igual que
había hecho los días anteriores. Solo tenía que esperar, amparado por la
niebla, a escuchar sus pasos por el adoquinado de la calle.
El tiempo pasaba,
los minutos se acumulaban uno tras otro en el reloj de muñeca de Daniel y el
silencio era lo único que se escuchaba en el estrecho callejón. ¿Dónde se había
metido? ¿Era posible que se hubiera marchado antes de que Daniel saliera de
casa?
Sintió de pronto
vértigo ante la posibilidad de tener que volver a la escuela, de que aquella
tarde llamara la psicóloga y tuviera que hablar con ella, de que sin querer se
le escapara algo sobre Bambala y lo encerraran en casa para impedir que se
escapara…
Le asaltó el pánico.
Tenía que encontrar a la chica antes de que atravesara la puerta mágica. Quizás
si corría hacia la cala aún llegara a tiempo para colarse tras ella.
Con un ligero
temblor en las piernas echó a correr, pero al pasar junto al patio abandonado
de la casa, escuchó voces que provenían de la cocina. Reconoció casi al
instante el tono áspero de la chica que buscaba. Se detuvo en seco y se coló
por la desvencijada puerta de madera hasta pegarse a la pared trasera de la
casa.
La ventana de la
cocina estaba medio abierta y pudo escuchar la conversación que se filtraba sin
interferencias por el hueco.
- Esto es todo el
polvo de erizo que he podido comprar con el dinero que he ahorrado –escuchó
decir a la chica-. ¿Cuidarás bien de ella?
- Tranquila, Amelia
–dijo otra voz femenina-. Tu tía estará bien. Aquí hay suficiente polvo de
erizo como para mantener a raya su Alzheimer un par de meses más.
- No sé cuánto
tiempo tardaré en volver –la voz de Amelia se quebró en un sollozo-. Esta vez
no regresaré sin él…
- No llores, por
favor –le consoló la otra mujer-. No debes preocuparte por nada de aquí, ¿de
acuerdo? Encontrarle debe ser tu único pensamiento. Vete ya querida, o se
consumirán los minutos de apertura.
- Despídeme de Ginés,
él no lo entenderá y se pondrá furioso.
Se produjo un leve
silencio, solo roto por débiles suspiros, antes de que la puerta de la cocina
se abriera y una silueta amarilla cruzara como una exhalación el patio en
dirección al callejón.
Dani, aún impresionado
por todo lo que había escuchado, se separó de la pared y siguió a la chica
intentando no perderla de vista entre la espesa niebla. El borrón amarillo de
su abrigo le servía de guía como un faro.
“Amelia, se llama
Amelia”, pensó mientras caminaba sigilosamente entre las estrechas calles del
pueblo. “Es un nombre que rima con estrella…”
Cuando llegaron al
acantilado, Daniel aguardó tras una esquina al otro lado de la carretera. La
chica se apoyó sobre la barandilla y, mirando a ambos lados para asegurarse de
que no venía nadie, se precipitó de un salto al otro lado desapareciendo de la
vista.
Daniel tuvo que
ahogar un grito al pensar que se había lanzado al vacío pero cuando se inclinó
sobre la barandilla en el mismo punto en el que había desaparecido la chica,
comprobó que había una especie de escalera disimulada escavada en la roca, que
descendía sinuosamente hasta la cala. Allí la niebla comenzaba a disiparse.
La silueta de Amelia
se recortaba a medio camino de la arena. Si no se daba prisa la perdería.
Bajó lo más rápido
que pudo, que no era mucho, pues lo escalones eran irregulares y estaban
resbaladizos a causa de la helada. No había otra barandilla que no fuera la
roca húmeda a un lado y el vacío de la caída libre al otro. Cuando por fin pisó la
arena de la cala no encontró ni rastro de Amelia ni de su abrigo amarillo.
Le invadió la
desesperación. Había estado tan cerca… y lo había dejado escapar en el último
segundo.
Recorrió la pared
vertical de roca a lo largo de toda la playa buscando un resquicio, una marca,
una señal que indicara allí se había abierto una puerta, pero no encontró más
que líquenes y moluscos adheridos a la piedra.
Abatido, se derrumbó
sobre la arena húmeda y cerró los ojos. Había perdido su oportunidad, Amelia no
volvería durante mucho tiempo, eso le había dicho a la otra mujer, y para
entonces la psicóloga ya le habría comido la cabeza y le habría obligado a
olvidar todo lo que sabía acerca de Bambala y de Dizzie.
Pronto subiría la
marea, en unos minutos tendría que regresar por la escalera si no quería morir
ahogado.
Una sombra se situó
frente a él y oscureció la luz que se filtraba a través de sus párpados
cerrados. Abrió los ojos y se topó con la mirada inquisidora de Dizzie.
- ¿Se puede saber
qué haces aquí? –le preguntó con su voz grave, desprovista de afecto-. O más
bien: debí suponer que intentarías entrar.
Sus ojos eran un
torbellino de remolinos amarillos.
Daniel se incorporó
de la arena y se sacudió los pantalones.
- Yo, Dizzie, yo…
- ¿De verdad estás
dispuesto a entrar? –se había sentado sobre sus cuartos traseros y miraba al
chico directamente a los ojos-. ¿Cueste lo que te cueste?
El chico asintió con
determinación.
- Lontananza se ha
convertido en un sitio extraño, Daniel, no es el lugar donde un chico debería
crecer.
- Tampoco éste lo es
para mí –dijo.
- Lo vas a perder
todo y ella no va a ayudarte, tiene sus propios problemas.
- ¿Te refieres a
Amelia?
El gato asintió a la
vez que una ola rompía con furia a escasos metros de ambos.
- ¿Qué hablaste con
ella anoche? –le preguntó Daniel sintiendo una punzada de celos.
- Lo suficiente como
para saber que es probable que no regrese con vida.
- No me importa, la
decisión está tomada. Te dijo también la contraseña para abrir la puerta,
¿verdad? Por eso estás aquí –le dijo-.
Tú también quieres entrar.
Se produjo un
silencio tenso entre ellos. El viento había comenzado a azotar con fuerza en la
pequeña cala y las olas rompían cada vez más cerca, devorando centímetro a
centímetro la arena.
- Yo solo voy a
echar un vistazo, Daniel, añoro mi tierra. Haré un par de preguntas, averiguaré
cómo están las cosas y regresaré. Soy un proscrito, no puedo permanecer allí
mucho tiempo.
- En ese caso te
acompaño –le dijo-. Iré donde tú vayas, saciaré mi curiosidad, y si de verdad
me resulta un lugar tan extraño como dices, volveré contigo y olvidaré todo
este asunto.
- Serán dos o tres
días, cuatro a lo sumo.
- Suficiente.
Dizzie alzó la pata
delantera y Daniel se inclinó para estrechársela.
- Has hecho un trato
con un gato montañés, chico, incumplirlo manchará de deshonor tu apellido y a
todos los de tu casta.
- Cumpliré mi
palabra.
El gato se levantó justo cuando el mar rozaba su cola negra. Se acercó con apremio a la pared
de roca y su voz grave resonó entre las superficies romas de las piedras.
- Uno, dos, tres…
Cocodrilo.
Y con un quejido similar al graznido de una
gaviota, un gran agujero se abrió en la base del acantilado, dejando al
descubierto una escalera de cristal que se adentraba en los confines de la
tierra.
El siguiente capítulo aquí
Se hará larga la semana en espera del próximo capítulo. Al fin conoceremos Lontananza. Un abrazo Ángela, sabes bien como hacer para mantener al lector sintonizado y frecuencia :)
ResponderEliminarJejeje!! En nada comenzaremos a ver los misterios que encierra Lontananza... espero que os resulten atractivos y no defraudar!
EliminarUn beso, guapa!
¡hola guapa! ya era hora de que pudiera volver a pasarme por aquí jeje. De nuevo he disfrutado mucho con esta historia y espero que haya continuación muy prontooo :D
ResponderEliminar¡Muchos besos!
Eiiii!! Me alegro de leer tu comentario por aquí de nuevo!!! Y encantada de que te haya gustado este capítulo! El próximo Lunes aquí estará la continuación por si quieres pasarte a leerla :)
EliminarUn besoooo!!!
Pienso utilizar "un dos tres cocodrilo" como contraseña para todo a partir de ahora jajaja
ResponderEliminarMe sigue encantando, Ángela, sin duda alguna sabes cautivar con tus palabras.
¡Un besín!
Gracias Gema!!! Me alegro muchísimo de que te guste!!!
EliminarEspero verte el Lunes de vuelta a saber más cosas de Dani!!
Un besazo!
Uy!! Llevo días queriendo leerte, pero no he tenido tiempo u.u
ResponderEliminarY ahora sí...
Él? Quién es Él? Chica Misteriosa (Ahora sabemos que se llama Amelia) se embarca en un peligroso viaje para rescatar a... Su Amor? *-*
Bueno... Qué decirte? Cada capítulo mucho y mucho más interesante!! Y siempre picando la Curiosidad!! ^^
Besines, Wapi!! ;)
Hola guapaaaa!!! Casi casi, pero Él no es su Amor... Quería salirme un poco de lo convencional, jejeje! Ya veremos de quién se trata un poco más adelante :) :)
EliminarSeguimos manteniendo la curiosidad jijiji
Un besote!!
Necesito que entren y, Angela! Me ha dicho mi psiquiatra que deje de leerte, por lo de la ansiedad... bueno, no me enrrollo que me quedan unos capítulos por leer... Continúo. Besos!
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