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La escalera de
cristal, de al menos mil peldaños, los había conducido al interior de una gran
gruta donde era probable que la humedad sobrepasara el cien por cien. Parecía
que Dizzie acabara de salir de un charco y tanto el jersey como los vaqueros de
Daniel estaban empapados y pesaban una tonelada.
A mitad del camino,
mientras avanzaban tanteando en la oscuridad, la pared de piedra había comenzado
a brillar con un resplandor azulado, iluminando un sendero entre las rocas por
el que caminaban. Al acercarse, Daniel observó que eran una especie de pequeñas
arañas, que correteaban sobre la piedra, las que emitían el débil destello
azul.
- No las toques –le
susurró Dizzie con los bigotes perlados de diminutas gotas-. Si asustas a una de
ellas se pondrán todas a gritar. Su chillido es tan estridente que
tendríamos suerte si no se nos desplomara toda la cueva encima.
Bajo la espectral
luz azul, la advertencia sonó casi a sentencia de muerte, y Daniel se retiró
rápidamente de la pared de roca.
- ¿Qué son?
–preguntó.
- ¿No lo ves? Arañas
de luz azul.
- ¿Así se llaman?
- En Lontananza no
nos complicamos con los nombres, las cosas son lo que ves… aunque no siempre.
Pero por lo general dejamos a la madre naturaleza cuidar de sus criaturas sin
molestarnos en darles nombres rídiculos. Y ahora prepárate, comienza el
espectáculo.
El sendero azul se
interrumpía de pronto y se abría a una gigantesca cavidad cuyos límites se
perdían en la oscuridad. El ambiente estaba menos cargado de humedad pero olía
más a moho, y Daniel se dio cuenta de que hacía bastante tiempo que ya no
percibía el olor del mar.
En lo que parecía el
centro de la cueva se hallaba una pequeña mesa de metal oxidado de apenas veinte
centímetros de altura y, formando un semicírculo a su alrededor, se apilaban
montañas de cuadernos y libretas. Sobre la mayoría proliferaban hongos y setas,
y largos líquenes colgaban en cascada de los tomos superiores.
Juegos de velas, que
misteriosamente no chorreaban cera, se repartían aquí y allá entre los
volúmenes dando luz al conjunto.
Detrás de la mesa,
un gordo sapo pardo pasaba con cuidado las hojas de uno de los cuadernos.
Dizzie se había
detenido en la entrada a la cueva y Dani estaba un paso por detrás de él. Vio
como el gato se alineaba junto a la pared derecha y retrocedía cuatro pasos
hasta situarse frente a una pequeña marca dorada en la roca.
- ¿Qué haces? –le
preguntó.
- Ahora lo verás.
Sentó sus cuartos
traseros en el suelo de piedra frente a la pared y dijo:
- Epsina micande
La roca que tenía
delante parpadeó ligeramente y luego se esfumó. Donde un segundo antes había un
sólido muro de piedra sin interrupciones, una pequeña cavidad horadada en la
roca surgió de la nada.
De su interior
Dizzie sacó lo que parecían unos guantes de pelo negro.
- ¿Qué ha sido eso?
¿Cómo lo has hecho? –preguntó Daniel cuando consiguió cerrar la boca del
asombro.
- Tu amiga Amelia me
ha dejado este regalo –dijo mientas se colocaba los guantes, que quedaban
perfectamente camuflados entre su pelaje negro-. Los necesito para entrar en
Lontananza sin revelar mi verdadera identidad. Recuerda que soy un proscrito.
- No lo entiendo,
¿por qué los necesitas?
- Ahora lo verás,
no seas impaciente.
Dizzie comenzó a
caminar hacia la mesa oxidada.
- ¿Y lo de “espina
no sé qué”? –preguntó Daniel corriendo detrás de él.
- No es espina, es epsina. Es la Marca de Amelia. Luego te
lo contaré todo pero ahora estate calladito y déjame hablar a mí.
Llegaron al centro
de la cueva y Daniel pudo apreciar de cerca la grandiosidad de la montaña de
libros que se alzaba frente a él. Tal vez sobrepasaran los diez metros de
altura.
El sapo gordo tras
la mesa alzó la cabeza. Llevaba unas diminutas gafas de lentes redondas delante
de los ojos y su papada se inflaba y desinflaba al ritmo que
respiraba.
Sobre la mesa, Dani
vio que el cuaderno que el sapo hojeaba estaba lleno de toda clase de huellas
dispares y largos nombres escritos bajo ellas. En la mesa también había una
suerte de bote de cristal con un líquido de aspecto gelatinoso en su interior.
- Queréis pasar,
supongo –dijo el sapo. Su voz sonaba hueca y profunda, como si emergiera del
interior de un pozo. Croó al terminar la frase.
- Así es, amigo –le
respondió Dizzie con una leve inclinación de cabeza.
- Manos, por favor
–pidió el anfibio extendiendo la suya hacia ellos.
Dizzie se alzó sobre
sus cuartos traseros y le acercó la pata delantera con el guante puesto y
perfectamente camuflado con su pelaje.
El sapo agarró su
mano con energía, y con cuidado de no provocar que las uñas de Dizzie salieran
despedidas de entre sus dedos, la introdujo en el bote de cristal hasta que
quedó bien embadurnada de la sustancia viscosa. Después la retiró, la condujo
hacia el cuaderno y la estampó sin miramientos sobre un espacio en blanco. La
huella gatuna comenzó a oscurecerse rápidamente sobre el papel.
- Límpiate –le dijo
lanzándole una toalla húmeda que sacó de algún lugar bajo la mesa.
Mientras Dizzie se
secaba la garra del líquido pringoso (aunque en realidad limpiaba el guante de
Amelia), Daniel vio como debajo de su huella, en el cuaderno, comenzaban a
aparecer caracteres de la nada e iban formando un nombre.
- Malena de Anyú –leyó
el sapo, y levantó una mirada inquisidora hacia Dizzie-. Pensé que eras macho.
Daniel notó como su
amigo se ponía tenso y tragaba saliva.
- Llevo unos días
acatarrada –respondió-, por eso mi voz suena tan grave.
Al sapo debió
valerle la explicación o realmente poco le importaba lo que el animal que tenía enfrente pudiera
ocultar.
- Tu turno –dijo
volviéndose hacia Dani y extendiendo de nuevo la mano.
- No, él no está en
los archivos. No pertenece a Lontananza –le dijo Dizzie.
- ¿Un forastero? –la
voz del anfibio tembló ligeramente y retiró rápidamente la mano.
- Me extraña que no
lo hayas olido.
- La humedad y el
moho en este lugar son muy densos, como puedes comprobar. Matan todos los
olores –contestó sin apartar la mirada de Daniel-. Conoces las reglas acerca de
los forasteros, ¿verdad?
- Absolutamente
–respondió-. Me hago responsable.
- ¿Cómo su Deudor?
- Así es.
El sapo asintió y
desapareció de su vista saltando entre los volúmenes de libros.
- ¿Qué ha querido
decir con eso de Deudor? –preguntó Daniel una vez que el anfibio se hubo esfumado.
- Las leyes de
Lontananza no pueden ser aplicadas a los habitantes del Exterior, por lo que cada forastero debe contar con un Deudor que pague por sus delitos. En este caso, si te metes en líos, Malena de Anyú pagará por ellos.
Dizzie exhibió su
mejor sonrisa felina, esa que a Dani a veces le producía escalofríos.
El sapo
administrador regresó al cabo de unos minutos con un objeto de madera entre las
manos. A Dani le pareció una especie de molinillo de pimienta. Lo introdujo en el líquido viscoso y se lo tendió a Dizzie.
- Estámpaselo al
forastero en la muñeca.
El gato siguió las
instrucciones y Dani acabó con la sustancia pringando su muñeca. A pesar de su
aspecto, tenía un tacto fresco y agradable. Se secó casi al instante dejando la
forma de un número tres tatuada en negro.
- Estáis unidos por
el vínculo de los Administradores –les informó el sapo-. No podréis separaros
más de veinte metros el uno del otro y al cabo de tres días tú, forastero,
deberás abandonar Bambala o tu amiga Malena sufrirá las consecuencias. ¿Ves el
número de tu muñeca?
Daniel asintió. El
frescor inicial había dado paso a un frío glacial que le calaba hasta los
huesos, imposible ignorarlo.
- Se irá
actualizando según pasen los días. Mañana tendrás un dos, y pasado un uno. Si
algún gendarme de la Guardia del Nigromante te pilla con un número negativo
en la muñeca, tú serías expulsado de inmediato pero tu compañera pasará el
resto de sus días añorando la luz del sol. ¿Lo has entendido?
Daniel asintió de
nuevo sin abrir la boca y el sapo croó dos veces, satisfecho, inflando su
brillante papada.
- Son tiempos
oscuros en esta tierra, forastero, mal momento para visitas, pero podéis pasar.
Continúa aquí
¡¡Wow!! ¡¡La idea del Deudor me ha encantado!! De hecho, me resulta más que interesante que un Forastero no pueda pagar por un delito cometido y sí lo haga su Deudor... Lo que me hace pensar que, de ser así, rompería el equilibrio que debe haber entre Lontananza y la Realidad...
ResponderEliminarJum! Ya empiezo con mis conjeturas! xDDD
Y si Amelia, no va a por su Amor... ¡Todo se vuelve mucho más intrigante!
¡A esperar una semana! ^^
¡Besines Guapa! ;)
Jejejeje!! Me encantan tus conjeturas, Campanilla, me ayudan mucho a averiguar lo que pueden estar pensado todos los que lo leen :) :)
EliminarTodo se irá desvelando poco a poco!! Me alegro de verte por aquí de nuevo, guapa!!
Besos
Insisto, me haces sentir de ocho años recorriendo y conociendo mundos nuevos, cargadocargadasos de interesantes y divertidos personajes. Me encanta ese humor extraño de Dizzie y sí, la idea del deudor está buenísima, a seguir esperando que ocurrirá en Lontananza. Cariños Linda ☺
ResponderEliminarMuchas gracias Celeste por tu comentario y por pasarte por aquí una semana más!!
EliminarDizzie es todo un personaje, a mí misma me tiene encantada :)
A ver hasta donde llega su aventura con Daniel!!
Nos leemos!! Un beso!!
Quizás, en vez de "deudor", quien hubiera de responder de los actos de un forastero, podría ser su "fiador". Es una solo una sugerencia :)
ResponderEliminarEl relato está genial¡¡¡ Eres muy buena narradora¡¡¡ Enhorabuena.
Muchas gracias, Dimas!! Siempre es agradable ver caras nuevas por la historia de Bambala!!
EliminarSí, quizás Fiador habría sido más exacto, pero la palabra Deudor me parece que tiene más fuerza!! Pero se agradecen todas las opiniones, claro que sí!!
Un saludo, Dimas!!
No puedo creerme qu me olvidara de leerte hasta hoy. Me he despertado consciente de que me estaba olvidando de algo y he corrido a leerte xD
ResponderEliminarMe ha encantado el ambiente húmedo y las arañas de luz azul, así como la forma en la que narras la historia.
Sin duda fascinante.
¡Un besín!
jejeje!! No pasa nada Gema, te perdono porque eres tú y porque tus blog me encanta :)
EliminarEs un placer tenerte de lectora! Un besazo!
¡Hola Ángela! me encanta todo lo que envuelve a Lontananza y sus habitantes, es un mundo delicioso para explorar y descubrir sus maravillas, todo gracias a tu talento narrativo. Me haces retroceder a una época en la que era más pequeño... aunque igual de soñador :)
ResponderEliminar¡Besos guapísima y disfruta del finde!
Muchas gracias!!!! :) :) :)
EliminarEsa es mi mayor ilusión, ser capaz de transportaros a Lontananza junto con Dani y Dizzie!!
Un beso y feliz finde igualmente!!
Me encanta el lugar espero que Dizzie quiera llevarme algún día. Cuando sean mejores tiempos para visitas claro! Continúo con la lectura! Más besos!
ResponderEliminarMuy buena historia. Me atrase un par de semanas pero ya estoy de vuelta y hecho un niño. Saludos.
ResponderEliminar:) :) Mil gracias por volver y comentar!!
EliminarMe voy poniendo al día :-)
ResponderEliminarSigo...